Plegaria 1
Fuente eterna de todo lo que es, tú que envías a los prevaricadores el espíritu de error y tinieblas que los separan de tu amor. Envía a aquel que te busca un espíritu de verdad que lo acerque a ti para siempre. Que el fuego de ese espíritu consuma en mí hasta los menores restos del hombre viejo, y que después de haberlos consumido, haga renacer de este montón de cenizas, un nuevo hombre seguro de que tu mano sagrada ya no desdeñará más verter la unción santa. Que sea al termino de los largos trabajos de la penitencia, y que tu vida universalmente una transforme todo mi ser en la unidad de tu imagen, mi corazón en la unidad de tu amor, mi acción en una unidad de obras de justicia, y mi pensamiento en una unidad de luz.
Tu sólo impones al hombre grandes sacrificios para que busque en ti todas sus riquezas y todos sus gozos, y sólo lo fuerzas a buscar en ti todos estos tesoros porque sabes que son los únicos que pueden hacerle feliz, y que tú eres el único que los posee, los engendra y los crea. Sí, Dios de mi vida, es sólo en ti que puedo encontrar la existencia y el sentimiento de mi ser. Tú también has dicho que es en el corazón del hombre donde únicamente podrás encontrar reposo; no interrumpas ni un instante tu acción sobre mí, para que yo pueda vivir, y al mismo tiempo para que tu nombre pueda ser conocido por las naciones; tus profetas nos han enseñado que los muertos no pueden loarte; no permitas pues que la muerte se me aproxime, ya que ardo por hacer tu alabanza inmortal, ardo en deseos que el sol eterno de la verdad no pueda reprochar al corazón del hombre el haber aportado la menor sombra y causado la más mínima interrupción en la plenitud de tu esplendor.
Dios de mi vida, ¡oh tú! que con sólo pronunciarlo todo se opera, devuelve a mi ser lo que tu le habías dado en su origen, y yo manifestaré tu nombre a las naciones, y ellas volverán a aprender que únicamente tú eres su Dios y la vida esencial, como el móvil y el movimiento de todos los seres. Siembra tus deseos en el alma del hombre, en este campo que es tu dominio y donde nadie puede contestarte, puesto que eres tú quien le ha dado su ser y su existencia. Siembra tus deseos, a fin que las fuerzas de tu amor la arranquen por entero de los abismos que la retienen y que quisieran engullirla para siempre jamás. Anula por mí la región de las imágenes; disipa estas barreras fantásticas que abren un inmenso intervalo y una espesa oscuridad entre tu viva luz y yo, y que me ensombrecen con sus tinieblas.
Acércame al carácter sagrado y al sello divino del que eres depositario, y trasmíteme hasta el fondo de mi alma el fuego que en ti arde, para que contigo arda, y que mi alma sienta lo que significa tu inefable vida y las inagotables delicias de tu eterna existencia. Demasiado débil para poder soportar el peso de tu nombre, dejo a tus cuidados levantar por entero el edificio, y que pongas tu mismo los primeros fundamentos en el centro de ésta alma que tu me has dado para ser como el candelabro que lleva la luz a las naciones, para que éstas no permanezcan en las tinieblas. ¡Que todas las gracias te sean dadas, Dios de la paz y del amor!. ¡Que te sean dadas por lo mucho que te acuerdas de mí, y por que no quieres dejar mi alma languidecer en la necesidad!. Y puede que tus enemigos hayan dicho que eres un padre que olvida a sus hijos, y que no puede liberarlos.
Plegaria 2
Iré hacia ti, Dios de mi ser; iré hacia ti, manchado como estoy; me presentaré ante ti con confianza. Me presentaré en nombre de tu eterna existencia, en nombre de mi vida, en nombre de tu santa alianza con el hombre; y esta triple ofrenda será para ti un holocausto de agradable perfume sobre el que tu espíritu hará descender su fuego divino para consumirlo y volver enseguida hacia tu santa morada, cargado y repleto de los deseos de un alma indigente que sólo suspira por ti. Señor, Señor, ¿cuando oiré pronunciar en el fondo de mi alma, esta palabra consoladora y viva con la que llamas al hombre por su nombre, para anunciarle que esta inscrito en la santa milicia, y que tu quieres admitirlo entre el rango de tus servidores?.
Por el poder de esta santa palabra, pronto me encontraré rodeado por los monumentos eternos de tu fuerza y tu amor, junto a los que marcharé intrépidamente contra tus enemigos, y ellos palidecerán ante las temibles tormentas que saldrán de tu palabra victoriosa. ¡Ay, Señor!, ¿puede el hombre de miseria y de tinieblas abrigar tales deseos y concebir tan soberbias esperanzas?. En lugar de pretender golpear al enemigo, ¿no es mejor que piense en evitar sus golpes?. En lugar de aparecer, como antaño, cubierto de armas gloriosas, ¿acaso no se encuentra reducido como objeto de oprobio, a verter lágrimas de vergüenza e ignominia en las profundidades de su retiro, no atreviéndose ni a mostrarse a la luz del día?. En lugar de estos cantos de triunfo que anteriormente seguían y acompañaban sus conquistas, ¿no se halla condenado a hacerse entender por sus suspiros y sollozos?.
Al menos, Señor, concédeme una gracia, y es que todas las veces que sondees mi corazón, no lo encuentres vacío de tus alabanzas y tu amor; siento, y no quiero nunca dejar de sentir, que no hay bastante tiempo para alabarte; y para que esta obra santa sea cumplida de manera que sea digna de ti, es preciso que todo mi ser esté tomado y mudo por tu eternidad; permíteme pues, ¡oh Dios de toda vida y de todo amor¡ permite a mi alma fortalecer su debilidad en tu poder; permítele formar contigo una santa alianza que me haga invencible a los ojos de mis enemigos, y que me ligue de tal manera a ti por los votos de mi corazón y del tuyo, que siempre me encuentres tan ardoroso y presto a tu servicio y para tu gloria, como tu lo estás para mi liberación y felicidad.
Plegaria 3
Esposo de mi alma, tú, que para ella has concebido el santo deseo de la sabiduría, vienes a ayudarme a dar a luz a este hijo bien amado que nunca podré querer lo bastante. Tan pronto como haya visto la luz, sumergido en las aguas puras del bautismo de tu espíritu vivificante, a fin de que sea inscrito en el libro de la vida, que sea reconocido para siempre entre el número de los fieles miembros de la Iglesia de lo más Alto. A la espera que sus débiles pies tengan la fuerza suficiente para sostenerle, tómalo en tus brazos como la madre más tierna, y presérvalo de todo daño. Esposo de mi alma, tú que eres imposible de conocer si no es desde la humildad, hago ofrenda a tu poder, y proclamo que no quiero confiar entre otras manos que las tuyas, a este hijo de amor que tu me has dado. Sostenlo cuando empiece a dar sus primeros pasos.
Cuando tenga suficiente edad para entenderlo, instrúyelo sobre el honor que debe a su padre, para que goce de largo tiempo sobre la tierra; inspírale el respeto y el amor por el poder y las virtudes de aquel que le ha dado el ser. Esposo de mi alma, inspírame a mi primera a nutrir continuadamente a este hijo querido con la leche espiritual que tu mismo formas en mi seno; que no deje de contemplar en mi hijo la imagen de su padre, y en su padre la imagen de mi hijo, y de todos aquellos que puedas engendrar en mí en el curso ininterrumpido de toda la eternidad.
Esposo de mi alma, tú que eres imposible de conocer si no es desde la santidad, sirve a la vez de mentor y de modelo a este hijo de tu espíritu, a fin de que en todo tiempo y en todo lugar, sus obras y su ejemplo anuncien y manifiesten su origen celeste; pondrás tú mismo sobre su cabeza la corona de la gloria, y él será para los pueblos un monumento eterno de la majestad de tu nombre. Esposo de mi alma, tales son las delicias que preparas para aquellos que te aman y buscan unirse a ti. Que perezca para siempre aquel que quiera hacerme preferir a otro esposo. Esposo de mi alma, tómame por tu hijo; que él y yo seamos uno a tus ojos, y vierte abundantemente sobre uno y otra, las gracias que sólo podemos recibir de tu amor. Ya no puedo vivir más, si no concedes que la voz de mi hijo y la mía se unan para cantarte eternamente alabanzas, y para que nuestros cánticos sean como ríos inagotables constantemente engendrados por el sentimiento de tus maravillas y de tu inefable poder.
Plegaria 4
Señor, ¡cómo puedo atreverme a contemplarme ni un instante sin estremecerme de horror por mi miseria!.
Habito en medio de mis propias iniquidades que son fruto de mis abusos de todo género, y que se han convertido en mi vestimenta; abuso de todas mis leyes, abuso de mi alma, abuso de mi espíritu, abuso y abuso diariamente de todas las gracias que tu amor no cesa diariamente de verter sobre tu ingrata e infiel criatura.
Es a ti a quien todo lo debo ofrecer y sacrificar, y nada debo ofrecer al tiempo que está ante tus ojos, como los ídolos, sin vida ni inteligencia, y sin embargo no ceso de ofrecerlo todo al tiempo, y nada a ti; y por ello me precipito por anticipado en el horrible abismo de la confusión que sólo se ocupa del culto de los ídolos, donde tu nombre no se conoce. Hago como los insensatos y los ignorantes del siglo que emplean todos sus esfuerzos para aniquilar las temibles decisiones de la justicia, y hacer de manera que esta tierra de prueba que habitamos no sea a sus ojos una tierra de angustia, trabajo y dolor. Dios de paz, Dios de verdad, si la confesión de mis culpas no es suficiente para que me las perdones, acuérdate de aquel que ha querido cargar con ellas y lavarlas en la sangre de su cuerpo, de su espíritu y de su amor; él las ha disipado y borrado, desde que se ha dignado acercar su palabra. Como el fuego consume todas las substancias materiales e impuras, y como este fuego que es su imagen, vuelve hacia ti con su inalterable pureza, sin conservar ninguna huella de las manchas de la tierra.
Es solamente en él y por él que puede hacerse la obra de mi purificación y renacimiento; es por él que tu quieres operar nuestra curación y salvación, para que empleando los ojos de su amor que todo lo purifica, no veas más en el hombre nada de informe, y sólo veas esta chispa divina que a ti se asemeja y que tu santo ardor atrae perpetuamente a ella como una propiedad de tu divino origen. No, Señor, tu sólo puedes contemplar lo que es verdadero y puro como tú; el mal es inaccesible a tu vista suprema. He ahí porque el hombre malvado es como el ser del que tu no te acuerdas, y tus ojos no saben ver, puesto que ya no tiene relación contigo; y sin embargo es ahí en este abismo de horror donde no temo tener mi morada. No hay otra alternativa posible para el hombre; si no esta perpetuamente sumergido en el abismo de tu misericordia, está en el abismo del pecado y la miseria que lo inunda.; pero también, apenas aparta su corazón y su mirada de este abismo de iniquidad, vuelve a encontrar este océano de misericordia en el que haces nacer todas tus criaturas. Es por lo que me prosternaré ante ti en mi vergüenza y en el sentimiento de mi oprobio; el fuego de mi dolor desecará en mí el abismo de mi iniquidad, y entonces ya sólo existirá para mí el reino eterno de tu misericordia.
Plegaria 5
Quítame mi voluntad, Señor, quítame mi voluntad; ya que si pudiera interrumpir mi voluntad ante ti, Señor, aunque fuera un solo instante, el torrente de tu vida y tu luz entraría en mí con impetuosidad, porque ya no tendría ningún obstáculo que se lo impidiera. Ven ayudarme a romper estas funestas barreras que me separan de ti, ármate contra mí, para que nada en mí se resista a tu poder, y que tú triunfes en mí sobre todos tus enemigos y los míos, triunfando sobre mi voluntad. ¡Oh principio eterno de toda alegría y de toda verdad!, ¿cuándo estaré renovado hasta el punto de ya no sentirme yo mismo sino en la permanente afección de tu voluntad exclusiva y vivificante?.
¿Cuándo será que las privaciones de todo género me parecerán un provecho y una ventaja, por cuanto ellas me preservan de todas las esclavitudes, y me dejan más medios para ligarme a la libertad de tu espíritu y tu sabiduría?. ¿Cuándo será que los males me parezcan un favor de tu parte, que los perciba como una ocasión para alcanzar una victoria, y recibir de tu mano las coronas de gloria que distribuyes a todo aquellos que combaten en tu nombre?. ¿Cuándo será que todos los atractivos y alegrías de esta vida, me parezcan simples trampas que el enemigo no deja de dirigirnos para establecer en nuestros corazones un Dios de falsedad y seducción, en lugar del Dios de la paz y la verdad que debiera siempre reinar?. En fin, ¿cuándo será que el santo celo de tu amor y el ardor de mi unión contigo me dominarán hasta entregar con placer mi vida, mi bienestar y todas las afecciones extrañas a este objetivo exclusivo de la existencia del hombre que es tu criatura, y que tu has querido incluso ayudarlo con tu ejemplo, entregándote por entero a él?. No, Señor, aquel que no se sienta llevado por esta santa devoción no es digno de ti, y no ha hecho todavía el primer paso en la carrera.
El conocimiento de tu voluntad y el cuidado del fiel servidor de no apartarse nunca de ella ni un solo momento, he ahí el único y verdadero lugar de reposo para el alma del hombre; abordarlo, es sentirse al instante colmado de delicias, como si todo su ser estuviera renovado y revivificado en todas sus facultades, por las fuentes de tu propia vida; separase de tu voluntad, es verse arrojado al instante a todos los horrores de la incerteza, los peligros y la muerte.
Date prisa, Dios del consuelo, Dios del poder; date prisa en hacer descender en mi corazón uno de estos puros movimientos divinos para establecer en mí el reino de tu eternidad, y para resistir constante y universalmente a todas las voluntades extrañas que puedan reunirse para combatir en mi alma, en mi espíritu y en mi cuerpo. Es entonces que me abandonaré a mi Dios en la dulce efusión de mi fe, y que proclamaré sus maravillas. ¡Los hombres, no son dignos de tus maravillas, ni de contemplar el dulzor de tu sabiduría y la profundidad de tus consejos!. Pero y yo mismo, ¿acaso soy digno de pronunciar tan bellos nombres, vil insecto que soy, y merecedor de las venganzas de la justicia y la cólera?. Señor, Señor, haz reposar sobre mí aunque sólo sea un instante la estrella de Jacob, y la santa luz se establecerá en mi pensamiento, como también tu voluntad pura en mi corazón.
Plegaria 6
Escucha, alma mía, escucha, y consuélate en tu desamparo, hay un Dios todopoderoso que quiere encargarse de restañar todas tus heridas. Es el único, sí, el único que tiene este supremo poder, y sólo lo ejerce con aquellos que le reconocen como a su único poseedor y celoso administrador. No vayas a él con disimulos como la mujer de Jeroboam, a la que el profeta Akia abruma de reproches; ves mejor con la humildad y la confianza que debe darte el sentimiento de tus espantosos males, y con el poder universal de aquel que no quiere la muerte del pecador, puesto que él mismo ha creado las almas.
Deja al tiempo cumplir su ley sobre ti, en todo aquello que al tiempo le corresponda; no aceleres su obra con tus desórdenes; no la retardes con tus falsos deseos y vanas especulaciones que son bagaje del insensato. Ocupado por el contrario únicamente en tu curación interior y tu liberación espiritual, reúne cuidadosamente el poco de fuerzas que el paso del tiempo desarrolle en ti; sírvete de estos secretos movimientos de la vida, para acercarte cada día un poco más a aquel que quisiera ya poseerte en su seno, y hacerte compartir con él, la dulce libertad de un ser que goza plenamente del uso de todas sus facultades, sin jamás conocer ningún obstáculo.
En los momentos en que estos dichosos impulsos se apoderen de ti, levántate de tu lecho de dolor, y di a este Dios de misericordia y todopoderoso: ¿hasta cuándo Señor, dejaréis languidecer en la esclavitud y el oprobio, a esta antigua imagen de vos mismo que los siglos habrán podido sepultar bajo sus escombros, pero nunca han podido borrar?. Ella osó ignoraros en aquellos tiempos en que habitaba en el esplendor de vuestra gloria; y vos, vos tuvisteis suficiente con posar sobre ella el ojo de vuestra eternidad; y desde ese instante ella se encuentra inmersa en las tinieblas, como en un abismo. Después de esta lamentable caída, ella se convirtió en la mofa diaria de sus enemigos; éstos, no se contentan con cubrirla con sus burlas, además la infestan con sus venenos, y la cargan de cadenas para que no pueda defenderse, y así tener mayor facilidad para poder dirigir sobre ella sus dardos emponzoñados.
Señor, Señor, esta larga y humillante prueba ¿no es de por sí suficiente para que el hombre reconozca tu justicia y rinda Inicionaje a tu poder?. Este amasijo infecto de desdén y menosprecio por parte de tu enemigo, ¿ no ha permanecido lo bastante sobre esta imagen de ti mismo como para que abra los ojos y se convenza de sus vanas ilusiones?. ¿No temes que esas substancias corrosivas terminen por borrar por entero tu huella, y la hagan absolutamente irreconocible?. Los enemigos de tu luz y tu sabiduría no tardarían en confundir, ésta, mi larga cadena de oprobios con tu eternidad misma; llegarían a creer que su reino de horror y desorden es la única y real morada de la verdad; creerían haberlo traído sobre ti y haberse apoderado de tu reino. No permitas pues, ¡oh Dios de celo!, que tu imagen sea profanada por más tiempo.
Tu propia gloria me afecta aún más que mi propia felicidad que está fundamentada sobre tu misma gloria. Levántate de tu trono inmortal, de este trono donde reposa tu sabiduría, y que resplandece con las maravillas de tu poder; entra, aunque sea un solo instante en la viña santa que tu has plantado por toda la eternidad; toma un solo grano de este racimo vivificante que ella no ha dejado de producir; exprímelo con tu mano divina, y haz verter sobre mis labios el jugo sagrado y regenerador único capaz de reparar mis fuerzas; humedecerá mi reseca lengua; descenderá hasta el fondo de mi corazón; llevará la alegría a mi vida; penetrará todos mis miembros; los hará sanos y robustos, y yo pareceré vivo, ágil y vigoroso, como lo era el primer día cuando salí de tus manos. Es entonces que tus enemigos, decepcionados en sus esperanzas, enrojecerán de vergüenza, y temblarán de espanto y de rabia, al ver que sus esfuerzos contra ti han sido vanos, y que mi sublime destino habrá alcanzado su cumplimiento, a pesar de sus audaces y obstinadas argucias. Escucha pues, oh alma mía, escucha y consuélate en la desgracia: hay un Dios todopoderoso que quiere encargarse de restañar todas tus heridas.
Plegaria 7
Acabo de presentarme a las puertas del templo de mi Dios, y no dejaré este humilde puesto de indigente, hasta que el padre de mi vida me haya dado mi pan de cada día. Aquí esta, este pan de cada día; lo he recibido, lo he gustado, y quiero anunciar su dulzor a las razas futuras. El eterno Dios de los seres; he ahí el título sagrado que ha tomado para darse a conocer a las naciones visibles e invisibles; aquel que se ha hecho carne; el espíritu de aquel en cuyo nombre todo debe doblar la rodilla en el cielo, sobre la tierra y en los infiernos: estos son los cuatro elementos inmortales que componen este pan de cada día. Se multiplica sin cesar como la inmensidad de seres que de él se nutren, y por grande que sea el número de éstos, no podrán nunca disminuir su abundancia, ni encontrarse en la escasez; este pan de cada día ha desarrollado en mí los gérmenes eternos de mi vida y ha hecho incluso pasar a mi sangre la savia sagrada de mis raíces originales y divinas.
Los cuatro elementos que la componen han hecho desaparecer del caos de mi corazón las tinieblas y la confusión; han restablecido una viva y santa luz, en lugar de la fría oscuridad que lo envolvía; su fuerza creadora me ha transformado en un nuevo ser, y me he convertido en depositario y administrador de sus santos caracteres y sus signos vivificantes. Entonces, para manifestar la gloria de aquel que ha elegido al hombre como a su ángel y ministro, me he presentado a todas las regiones; he considerado y pasado revista todas las obras salidas de sus manos, y he distribuido sobre cada una de ellas estos caracteres que él había impreso en mí para que fueran transmitidas a todas sus criaturas, y para confirmarles las propiedades y el poder del nombre que habían recibido.
No he limitado mi ministerio a sólo actuar así sobre las obras regulares de la eterna sabiduría; me he aproximado a todo lo que era deforme, y he dejado caer sobre estos frutos del desorden los signos de justicia y venganza vinculados a los secretos poderes de mi elección. Aquellos de estos frutos que he podido arrancar a la corrupción, los he ofrecido en holocausto al Dios supremo, y he compuesto mis perfumes de las más puras alabanzas de mi espíritu y mi corazón, a fin de que todo respire reconocimiento de que sólo a este Dios supremo le son debidos todos los Inicionajes, toda la gloria y todos los honores, siendo la única fuente de todo poder y de toda justicia; y le he dicho en el acto de traspaso de mi amor: ¡Dichoso el hombre, puesto que has tenido a bien elegirlo para hacer de él la sede de tu autoridad, y el ministro de tu gloria en el universo!. ¡ Dichoso el hombre, puesto que has permitido que sienta en lo más profundo de tu esencia, la penetrante actividad de tu vida divina!. ¡Dichoso el hombre, puesto que has permitido que ose ofrecerte un sacrificio de reconocimiento extraído del sentimiento inefable de todas las virtudes de tu santa universalidad!.
Y vosotras, ¿acaso no os ha tratado así, fuerzas terrestres, fuerzas del universo?, os ha hecho simples agentes de sus leyes y las fuerzas operantes del cumplimiento de sus designios; así mismo no hay un ser en la naturaleza, no hay un ser entre vosotras que no lo asista en su obra, y que no coopere en la ejecución de sus planes. ¿Acaso no se ha dado a conocer a vosotras como el Dios de la paz y del amor; y a pesar que os ha dado la existencia, todavía estáis demasiado agitadas por las consecuencias de la rebelión, ya que él recomendó al hombre que os sometiera y dominara?. Mucho más aún, fuerzas perversas y corrompidas, os ha tratado con los mismos favores con que haya podido colmar al hombre. No habéis sabido conservar aquellos que os concedió por vuestro origen; habéis tenido la imprudencia de creer que podía haber para vosotras mayor suerte, un privilegio más glorioso que el de ser objeto de su ternura, y desde entonces, no habéis merecido otra cosa que ser objeto de su venganza. Es sólo al hombre a quien confía los tesoros de su sabiduría; es en este ser, según su corazón, en quien a puesto todo su afecto y todos sus poderes. Al formarle le ha dicho: "Infunde en todo el universo el orden y la armonía cuyos principios te he permitido extraer de mi propia fuente; sólo puedes conocerme por la regularidad de mis obras y la firmeza de mis leyes; no puedes estar iniciado en los misterios de mi santuario; en ti tienes la medida de mis poderes, a ti te corresponde ejercerlos en todos los ámbitos, puesto que solo por los actos de mis poderes podrán saber que hay un Dios.
Para mis enemigos, lanza sobre ellos todos los rayos de mi cólera, ellos están aún más lejos de mí que las fuerzas de la naturaleza, y la santidad de mi gloria sólo me permite manifestarme a ellos por el peso de mi justicia. Únicamente tú, hombre, únicamente tú reunirás de ahora en adelante los dones de mis poderes y mi justicia, el de poder hacer sentir las vivas delicias de mi amor, y hacerlas compartir a aquellos que se hayan hecho dignos de ellas. Es por esto que sólo a ti te he hecho a mi imagen y semejanza; ya que el ser que no ame, no podrá ser a mi imagen. Es desde este trono sagrado en el que te he situado, como un segundo Dios, que veré verter sobre todo lo que ha salido de mis manos, los diversos atributos de mi ser, y tu me serás querido por encima de toda otra producción, puesto que te he elegido para ser mi órgano universal, no habrá nada de mí que no conozcas." Soberano autor de mi espíritu, de mi alma y de mi corazón, bendito seas para siempre en todas las regiones y por todos los siglos, por haber permitido que el hombre, esta ingrata y criminal criatura, pueda recobrar verdades tan sublimes.
El hombre se hizo indigno de ellas por su crimen, y si el recuerdo empeñado de tu antigua y santa alianza no hubiera comprometido tu amor a devolvérselas, éstas permanecerían eternamente perdidas para él. Alabanzas y bendiciones sean dadas a aquel que formó al hombre a su imagen y semejanza, y que, a pesar de todos los esfuerzos y triunfos de los infiernos, ha sabido rehabilitarlo en su esplendor, en la sabiduría y en la felicidad de su origen.
Amén.
Amén.
Plegaria 8
Unámonos hombres de paz, hombres de deseo; unámonos para contemplar en un santo temblor la amplitud de misericordias de nuestro Dios, y digámosle unidos que todos los pensamientos de los hombres, todos sus deseos más puros, todas sus acciones más regulares, todas juntas no podrían ni aproximarse al menor acto de su amor. ¿Cómo podríamos pues expresar este amor, cuando éste no se limita a actos particulares y de un momento de duración, sino que desarrolla a la vez todos sus tesoros, y ello de una manera constante, universal e imperturbable?. ¡Sí, Dios de la verdad y caridad inagotables, así es como actúas diariamente con el hombre!. ¿Qué soy yo?. Un vil montón de repugnante basura que solo esparce en mí y en torno a mí la infección.
Pues bien, es en mitad de esta infección que tu mano infatigable se sumerge sin cesar, para escoger lo poco que aún queda en mí de estos elementos preciosos y sagrados de los que formas tu existencia. Al igual que aquella mujer cuidadosa que en el Evangelio consume su luz, para encontrar el dracma que había perdido, tu no dejas de tener tus lámparas encendidas, y te agachas continuamente hasta el suelo, esperando siempre que vas a volver a encontrar entre la polvareda aquel oro puro que se escapó de tus manos. Hombres de paz, ¿cómo no vamos a contemplar entre un santo temblor la amplitud de misericordias de Dios?. Somos mil veces más culpables ante él, que estos malhechores, según la justicia humana, que son conducidos a través de las ciudades y en las plazas públicas, cubiertos de todos los signos de la infamia, y a los que se fuerza a confesar abiertamente sus crímenes al pie de los templos y de todos los poderes que han despreciado.
Deberíamos como ellos, y con mil veces más justicia que ellos, ser arrastrados ignominiosamente a los pies de todos los poderes de la naturaleza y el espíritu; deberíamos ser llevados como criminales ante todas las regiones del universo, visibles e invisibles, y recibir en su presencia, los terribles y vergonzosos castigos que merecen con justicia nuestras espantosas prevaricaciones; pero en lugar de encontrar jueces temibles, armados con la venganza. ¿qué encontramos?. Un rey venerable cuyos ojos anuncian la clemencia, y cuya boca no deja de pronunciar el perdón para todos aquellos que solo quieren cegarse hasta el punto de creerse inocentes.
Lejos de querer que continuemos llevando por más tiempo las vestimentas del oprobio, ordena a tus servidores devolvernos nuestras primeras ropas, ponernos un anillo en el dedo y calzar nuestros pies, y para determinarte a que nos colmes de parecidos favores, basta con que, a semejanza de nuevos hijos pródigos, reconozcamos que no podemos encontrar en casa extraña la misma felicidad que en casa de nuestro padre.
Hombres de paz, ¡cómo no vamos a contemplar entre un santo temblor la amplitud de misericordias de Dios!. Y, ¿cómo no vamos a concebir por una santa resolución el permanecer para siempre fieles a tus leyes y a los bienhechores consejos de tu sabiduría?. No, yo solo puedo amarte a ti, Dios incomprensible en tu indulgencia y en tu amor; yo no quiero amar a otro que a ti, por que tú me has perdonado; yo no quiero encontrar otro lugar de reposo que el seno y el corazón de mi Dios. Lo abraza todo con su poder, y cualquier movimiento que yo haga, encuentra siempre un apoyo, un socorro y consuelo, porque su fuente divina vierte por todo y a la vez todos sus bienes.
El mismo se lanza en el corazón del hombre, pero no se lanza una sola vez, si no constantemente y por actos reiterados. Es por ello que engendra y multiplica en nosotros su propia vida, por que a cada uno de estos actos divinos, establece en nosotros rayos puros y extractos de su propia esencia, sobre los que gusta reposar, y devienen en nosotros los órganos de sus generaciones eternas. Desde este hogar sagrado, envía a todas las facultades de nuestro ser parecidas emanaciones que, a su vez, repitiendo sin cesar su acción en todo lo que nos compone, multiplican así continuamente nuestra actividad espiritual, nuestras virtudes y nuestras luces. He ahí porque es tan útil elevarle un templo en nuestro corazón. ¡Oh hombres de paz!, ¡oh hombres de deseo!, unámonos para contemplar en un santo temblor la amplitud del amor, las misericordias y los poderes de nuestro Dios.
Plegaria 9
Señor, ¿cómo nos será posible aquí abajo cantar los cánticos de la Ciudad santa?. ¿Es desde el centro del torrente de nuestras lágrimas que podremos hacer oír los cantos de alegría y júbilo?. Si abro la boca para formar los primeros sones, los sollozos los ahogan y solo puedo dejar escapar suspiros y quejidos de dolor; e incluso a menudo estos sollozos se asfixian en mi seno, o bien ningún oído caritativo esta cerca de mí para escucharlos y aportarme consuelo.
Me siento abrumado por la amplitud y longitud de mis sufrimientos, y el crimen no cesa de presentarse ante mí, para anunciarme que en un instante la muerte aparecerá y helará todo mi ser con su frío emponzoñado; ya se apodera de todos mis miembros, y llega el momento de quedar desamparado como el cadáver que acaba de expirar, y que los servidores abandonan a la putrefacción. Sin embargo, Señor, puesto que tú eres la fuente universal de todo lo que existe, eres también la fuente de la esperanza; y si este rayo de fuego todavía no se ha apagado en mi corazón, aún te tengo, todavía estoy ligado a tu vida divina por esta inmortal esperanza que fluye continuamente de tu trono. Me atrevo pues a implorarte desde el seno de mis abismos; me atrevo a llamar en mi socorro tu mano bienhechora para que se digne ocuparse de mi curación. ¿Cómo se operan las curaciones del Señor?. Por la dócil sumisión a los sabios consejos de este médico divino.
Es preciso que tome con reconocimiento y ardiente deseo, el brebaje amargo que su mano me presenta; es preciso que mi voluntad concurra con la que lo anima para mí; es preciso que lo prolongado del tratamiento y los sufrimientos no me hagan rechazar el bien que quiere hacerme este supremo autor de todo bien; él se convence del sentimiento de mis dolores, yo no tengo otra cosa que hacer que convencerme del sentimiento de su caritativo interés por mí. Es por ello que la copa de salvación me será provechosa; es entonces que mi lengua retomará su fuerza, y que cantaré los cánticos de la Ciudad santa. Señor, ¿cuál será mi primer cántico?. Será por entero en honor y gloria de aquel que me habrá devuelto la salud y habrá operado mi liberación. Le cantaré este cántico desde que salga hasta que se ponga el sol; lo cantaré por toda la tierra, no solamente para celebrar el poder y el amor de mi liberador, sino para comunicar a todas las almas de deseo y a toda la familia humana, el medio certero y eficaz de recobrar para siempre la salud y la vida. Les enseñaré que por ello, el espíritu de sabiduría y verdad reposará sobre su corazón, y los dirigirá en todos los caminos.
Amén.
Amén.
Plegaria 10
¿Tendrás la fuerza suficiente?, ¡oh alma mía!, para contemplar la enorme deuda que el hombre culpable ha contraído con la divinidad?. Pero, si has tenido fuerzas para librarte al crimen, podrás también tenerlas para considerar todo el horror que has producido. Evalúa pues con el pensamiento el campo del Señor, acuérdate que el hombre debería haber sido su cultivador; trata de hacerte una idea de la inmensidad de frutos que deberían haberse producido gracias a tu cuidado; piensa que todas las criaturas que están bajo la capa del cielo esperaban de tu esmerada cultura su subsistencia y su sustento; piensa que los campos del Señor esperaban de ti su ornamento y su adorno; piensa que el Señor mismo esperaba de tu vigilancia y tu fidelidad, la gloria y la lianza que deberían haber ocasionado el cumplimiento de sus designios; piensa en que todas estas cosas deberían haber sido operadas por ti sin interrupción alguna.
Tú has caído, has dejado al enemigo enseñorearse de ti y corromper tus vías. Desde ese instante, has sido estéril a la tierra del Señor; tu has sumido el corazón de Dios en la tristeza. Desde ese mismo instante, has secado por así decirlo la fuente de la sabiduría y arrasado la cosecha en este bajo mundo; y después de esta fatal época, detienes diariamente todas las producciones del Señor; contempla ahora la enormidad de la deuda; contempla la imposibilidad en que te encuentras para satisfacerla, y estremécete hasta los Últimos pliegues de tu ser.
Debes los frutos de cada año, contando desde el momento de tu infidelidad; debes el diezmo de todas las horas transcurridas desde aquella hora fatal; debes todo lo que estos mismos frutos y este mismo diezmo hubieran producido en aquellas manos donde deberías haberlo depositado; debes todos los frutos que tu has impedido crecer hasta el fin de los siglos. ¿Cuál es pues el ser que hubiera podido saldar esta deuda ante la justicia eterna, ante esta justicia cuyos derechos no se pueden abolir y cuyos planes no pueden faltar llegar a su término y a su cumplimiento?. Es aquí, Dios supremo, cuando se manifiestan los torrentes de tu misericordia y la abundancia inextinguible de tus eternos tesoros; aquí, tu corazón divino se abre sobre tu desdichada criatura, y no solamente has pagado sus recibos, sino que ella se ha encontrado lo suficientemente rica como para ir en socorro del indigente. Tu has mandado a tu verbo para que viniera a cultivar el campo del hombre. Este verbo sagrado, cuya alma es el amor, ha descendido sobre este campo tocado por la esterilidad.
Ha consumido por el fuego de su palabra todas las malas hierbas y la cizaña que se habían sembrado; el verbo ha sembrado en su lugar el germen del árbol de la vida; ha abierto los canales de saludables fuentes, y las aguas vivas han venido para bañarlo; ha devuelto la fuerza a los animales de la tierra, y la agilidad a los pájaros del cielo; ha devuelto la luz a las antorchas celestes, el sonido y la voz a todos los espíritus que habitan la esfera del hombre; ha devuelto al alma del hombre este amor del cual el verbo mismo es la fuente y el hogar, y que ha dirigido su santo y admirable sacrificio. Sí, Dios eterno de toda lianza y toda gracia, sólo hay un ser poderoso, como tu divino hijo, que pudiera así reparar nuestros desórdenes y satisfacer nuestra deuda ante tu justicia.
Sólo el ser creador pudo pagar por nosotros lo que por entero habíamos disipado, pues hizo falta para esto que se hiciera una nueva creación. Fuerzas universales, si os sentís tan bien dispuestas a cantar estas alabanzas, por haber sido restablecidas en vuestros derechos, y por haberos devuelto vuestra actividad, ¿que acción de gracias no le deberé yo, por haberse hecho fiador de todas mis deudas hacia él, hacia vosotras, respecto a todos mis hermanos, y por haberlas pagado?. Es dicho de la mujer penitente, que por lo mucho que había amado, mucho le fue perdonado. Al hombre, al que todo ha devuelto, al que todo ha pagado por él, no ya antes que lo hubiera empezado a amar, si no cuando estaba inmerso en los horrores de la ingratitud y como helado por entero, ha empezado por perdonárnoslo todo. Cada movimiento de nuestro Dios debe ser un movimiento universal, y que se haga sentir en todas las regiones de todos los universos. Que a ejemplo de este Dios supremo, el amor haga un movimiento universal en todo nuestro ser, y abrace a la vez todas las facultades que nos componen.
Amen.
Amen.
No hay comentarios:
Publicar un comentario