Hace miles de años que los hombres consumen los productos de las abejas, no solo con fines nutricionales sino por sus efectos curativos. Los científicos creen que la miel forma parte de la dieta humana desde hace dos o tres millones de años. En los tiempos en que conseguir alimento implicaba riesgo y suerte, descubrir un escondrijo con panales de miel era un regalo. Junto a su notable dulzor, la miel era una comida inigualable en valor energético. Compuesta por casi un 75% de azúcares fácilmente digeribles y con una valiosa cantidad de vitaminas y minerales, la miel era el complemento perfecto a una dieta sobria. Además de la miel, el panal proveía de proteínas en la forma de larvas de abeja y polen almacenado.
Hace al menos cincuenta millones de años (muchos hablan de más) que las abejas están en la Tierra: hay fósiles que atestiguan la existencia de insectos en el planeta en el Período Carbonífero de la era Palezoica, mucho antes de la aparición del hombre.
Hacia el año 10.000 a.c. comenzó el hombre prehistórico a pintar sus experiencias cosechando miel. En Bicorp, Valencia, en una cueva prehistórica con pinturas de unos 7.000 años a.c., aparece una pequeña figura subida a una escalera que se apoya en una escarpada ladera, recogiendo trozos de panal con miel, en un tarro o cesta mientras le rodean nubes de abejas. Esta forma de recolección se basa en la caza y ha perdurado en distintos lugares del mundo a través de los tiempos hasta el mismo siglo XX, aunque hace miles de años que según las sociedades fueron evolucionando más allá del nivel de mera subsistencia, esto, como otros productos agrícolas, tenía que llegar a estar bajo el control humano.
Apis mellifera, la abeja productora de miel más común en occidente, es originaria de la Europa templada y otras bases en torno al Mediterráneo de África y Asia. Curiosamente estas áreas coinciden con los lugares de nacimiento de las civilizaciones occidentales, las culturas egipcia, griega, romana, judía, cristiana e islámica, nacieron todas aquí.
La más temprana evidencia de Apicultura, en oposición a la caza de miel, se haya en Egipto, aproximadamente hacia el 2.400 a.c. En lugar de ir en pos de las abejas, los egipcios aprendieron que las abejas podían ser atraídas a ellos. Ya que la abeja melífera es una abeja anidadora que vive, en estructuras formadas por multitud de panales construidos al amparo de la luz, los egipcios descubrieron que, una vez capturado, un enjambre de abejas podía ser fácilmente forzado a instalarse en una especie de tubos cilíndricos de gran tamaño, hechos de barro cocido y dispuestos en posición horizontal, unos encima de otros. Los egipcios mantuvieron una doble entrada en esos panales: la frontal para uso de las abejas y la posterior para recolectar la miel de forma más tranquila.
Una vez cosechada la miel era almacenada en platos de cerámica ligeramente hondos y tapados. Se han hallado en tumbas muestras de estos, algunos con granos de polen o trozos de cera, intactos. En la tumba de Tutankhamon se encontró en 1922, en perfectas condiciones, varias vasijas con miel que habían sobrevivido con sus cualidades por 33 siglos.
La apicultura formaba de tal modo parte de la vida egipcia que, durante la primera dinastía (3200 a.c.) un hieroglífico de una abeja era el símbolo del Bajo Egipto, el cual pasó a llamarse La Tierra de la Abeja. En unión con la juncia, planta que simboliza el alto Egipto, se convirtió en uno de los nombres del faraón, significando Señor del Bajo y del Alto Egipto.
La miel fue reverenciada en Egipto, y ocupó un lugar prominente como comestible y como elemento de rituales religiosos. Fue empleada en dulces platos, panes horneados o hervida con la carne de los melones y otras frutas, para producir las sensuales confituras que aun hoy se pueden degustar en Alejandría. Debido a sus propiedades y cualidades como preservante, a la miel se la consideró un elixir particularmente poderoso y las abejas fueron mantenidas en los templos para alimentar a los animales sagrados, hacer ofrendas a los dioses y para la producción de medicamentos y ungüentos. Los cadáveres se podían conservar en miel, mientras que la cera virgen y la miel se incluía en muchos preparados cosméticos. En los rituales de magia se creaban figuras con cera de abejas ligadas a los hechizos y conjuros mágicos. Dichas figuras eran destruidas en un acto simbólico por la fuerza del fuego, se eligió la cera para este fin por su capacidad de arder fácilmente y no dejar rastro alguno tras de sí.
Hay constancia de que la apicultura migratoria se practico ampliamente, los apicultores movieron sus colmenas cargándolas en barcas para evitar las inundaciones y para seguir a lo largo del curso del Nilo las plantas que estuvieran floreciendo. Aún más parecen haber valorado la miel silvestre y cazadores de miel, a menudo protegidos por arqueros reales, registraban los parajes silvestres en busca de colonias de abejas.
Los papiros de Smith y de Ebers describen tratamientos que incluyen el uso de la miel, la cual, después del agua, era el ingrediente medicinal más común y se debe haber pensado que era terapéuticamente activa en muchas recetas. También era práctica habitual las aplicaciones de miel a las heridas abiertas. De igual modo en el año 1500 a.c. el propóleo, la cera negra, es mencionado en un papiro junto con otros ingredientes activos, en la secreta metodología de la momificación de los faraones. Aquí procedían de forma similar a las propias abejas, las cuales, si un ratón o cualquier otro "enemigo" de tamaño considerable se introduce en la colmena, después de matarlo lo embalsaman con propóleo para evitar su descomposición. Solamente por esta aplicación del propóleo en los embalsamamientos (la cera también puede haberse usado en dicho proceso) podríamos afirmar que las abejas eran una cuestión de Estado en Egipto y que los sacerdotes se dedicaron a su estudio y cuidado.
"El Dios Ra lloró y sus lágrimas cayeron en la tierra y se volvieron abejas. Las abejas comenzaron a construir y fueron activas con todas las flores del reino vegetal. De esta manera llegó a existir la cera, así la miel fue creada de las lágrimas del Dios Ra".
La cera de abejas no solo se usó como base para medicinas, también en la construcción de barcos y embarcaciones menores, en la fabricación de pinturas y en el fundido de metales. Los artistas y escultores del Antiguo Egipto y de Mesopotamia, de la Dinastía Han en China y de la civilización de Benin en África usaron el método de la cera perdida en el fundido para producir sus complicadas y difíciles piezas de arte en cobre, bronce y oro.
En la literatura babilónica la miel era considerada materia médica. En los textos médicos asirios se utiliza en fricciones y también se observa su empleo en problemas oculares, en las enfermedades del oído y en ginecología. La miel se utilizaba también como un principio de purificación en las prácticas mágicas babilónicas así como en las ofrendas y sacrificios. También se le daba consideración mágica a la cera que era utilizada en distintas prácticas.
Durante este periodo, surgen referencias a la miel en la literatura de China y de la India. El Rig-Veda, uno de los libros más antiguos de textos religiosos en la India, se refiere repetidamente a los valores medicinales de la miel que se consideraba un alimento dietético de primer nivel.
En el "Libro de Hierbas" del autor chino Shen Nong se escribió hace dos mil años que la miel, la cera y la cría de abejas estaban clasificadas como "las medicinas de más alta calidad y no venenosas" Durante la dinastía Han, el Dr. Zhan Zhongijing recomienda el uso de supositorios de miel para el estreñimiento, miel con raíz de regaliz para tratar las lombrices intestinales y cera de abejas en el tratamiento de la disentería. A finales del s. V d.c. el Dr. Tao Hongjing indicaba la aplicación de cría de abejas empapadas en vino sobe la cara para mantener la piel "delicada y brillante" y en 992 d.c. el Hospital Song de la Dinastía Imperial editó "Las recetas sabias" donde se describía el uso de los productos de las abejas como remedios anti-envejecimiento. (Chen Yao Chun, 1.993)
Pero es durante el surgimiento de los Imperios griego y romano cuando se escribieron un mayor número de guías de apicultura y de miel. Según la mitología griega Aristeo, hijo de Apolo y Cirene, recibió la enseñanza de la apicultura de las Ninfas que lo educaron y posteriormente la enseñó a los hombres. Y ya a partir del s. IV a.c. varias ciudades griegas acuñaron monedas con la imagen de la abeja y los atributos de la apicultura. Al parecer la región de Ática producía la mejor miel de la antigüedad. Los más antiguos testimonios escritos relativos a la apicultura en la Grecia antigua datan del tiempo de los primeros Juegos Olímpicos (776 a.c.) En ese mismo periodo la miel se puede hallar a través de la Iliada y la Odisea. Aun hoy la mayoría de las descripciones de Aristóteles sobre la vida de la abeja siguen siendo extraordinariamente precisas.
Los autores romanos estaban igualmente fascinados por el complicado arte de las abejas. En el "Medicamina" de Ovidio se menciona el uso de la miel y la cera para fines médicos y cosméticos y Virgilio se refiere exhaustivamente a a las abejas y a las actividades relacionadas con la apicultura, incluyendo una gráfica alusión al mito de Aristeo. Plinio dedicó muchas páginas de su "Historia Natural" a la miel y la apicultura, coincidiendo con Aristóteles en cuales eran las mejores mieles de la época. Los autores Columella y Varro procedieron a la observación directa para elaborar sus teorías que, aún hoy, son una útil fuente de información.
El uso de la miel en la antigüedad como edulcorante se aplicó de muchas formas aparte de en postres. Las cocinas de las antiguas Grecia y Roma equilibraban el dulce con lo agrio, lo amargo y lo salado en sabores mucho más amplios que los que conocemos ahora y haciendo menos énfasis en platos que fueran dulces de principio a fin. La miel junto con el vinagre se usaban para aderezar un gran número de hierbas y especias. Adornaban un sin número de salsas, desde las de mojar hasta las usadas para asar aves y pescados y para aliños ligeros de ensaladas. Otras salsas se hacían a partir de entrañas de pescados secados al sol y eran los los agentes de sabor más populares en esos días, equivalente al uso de la salsa de soja en la cocina china o del caldo de pescado en la tailandesa y vietnamita. El vino raramente se usaba directamente como bebida sino que se mezclaba con agua y se endulzaba con miel y se aderezaba con hierbas, especias y resinas de plantas. La miel también se usó como preservante junto con la salmuera y el vinagre para carnes, frutas y verduras.
En los países del Norte de Europa y Escandinavia el cultivo de la uva quedaba muy distante y el vino se hacía de miel, de hecho durante la Edad Media la mayor parte de los panales de miel se emplearon en la producción de esta bebida que evolucionó en docenas de variantes especiadas y fermentadas de distintas formas. En la mitología noruega el gran dios Odín alude a esta bebida y en Inglaterra, Irlanda y Gales su consumo estaba muy extendido, como dejan claro las numerosas referencias en el poema épico Beowulf (700 d.c.).
Mientras tanto en el Oriente Medio y de vuelta al Mediterráneo, el cultivo de la miel se extendió y floreció durante la ascensión del imperio Árabe entre el 600 y 800 d.c. Puesto que el alcohol estaba prohibido para los musulmanes, el uso de la miel fue como alimento y medicina, tal y como recomendaba Mahoma en el Corán. Este legado se difundió por todas las culturas de influencia árabe alrededor del Norte de África, Sicilia, España y Turquía y aun hoy permanece su influencia en los dulces bañados en miel de las cocinas de todas estas culturas.
Según la iglesia Católica ganó prominencia en Europa, aumentó la necesidad de apicultores, no tanto por la miel como por la cera virgen que las abejas producen. Arde limpiamente, con un perfume suave y una llama clara y la connotación de ser producido por abejas vírgenes era visto especialmente apropiado para la práctica cristiana. Según una leyenda las abejas huyeron del paraíso cuando los hombres cayeron en pecado fuera del Edén. Por esta demostración de moralidad, las abejas recibieron la bendición divina, y por lo tanto, "esta bendición alcanzaba a las velas hechas de su cera para ser usadas siempre que se cantaba una misa" De este modo la apicultura entró en los monasterios y se construyeron colmenas especiales en los jardines. San Ambrosio, obispo de Milán de 347 a 397 d.c. pasó a ser el santo patrono de los apicultores.
Mientras tanto en las comunidades judías, la miel se convirtió en un componente importante de las celebraciones en forma de dulces. En el primer día del ingreso de un chico en la escuela religiosa, las letras del Talmud se escribían en miel sobre una pizarra y los nuevos las lamían para hacer su aprendizaje dulce.
Debido a su laboriosidad construyendo los panales de sus colmenas y su conexión, tanto con el ritual egipcio como con los cultos mistéricos griegos y romanos, las abejas y sus colmenas han sido durante largo tiempo un símbolo para la masonería.
Mitos y leyendas siempre han rodeado la práctica de la apicultura. En la Britania rural la costumbre de "informar a las abejas" ha durado durante siglos. Cualquier hecho importante que ocurriera en la familia de un apicultor – una boda, una muerte – debía ser compartido con las abejas. De otro modo, según la leyenda, las abejas abandonarían a la familia.
El conocimiento y uso de las abejas y sus productos ha permanecido a lo largo de la historia. En Europa la miel se mantuvo como un elemento básico en farmacia y medicina, formando parte de infinidad de fórmulas del vademécum de la época, hasta el Siglo XVIII. Los médicos del ejercito de Napoleón Bonaparte usaban el propóleo para curar las heridas de guerra y el mismo emperador, fascinado por las abejas, no solo por sus curativos productos sino también por su simbolismo real, las hizo bordar en su manto de investidura y formaron parte de algunas de sus más distinguidas condecoraciones.
En la medicina popular georgiana se empleaban ungüentos con propóleo para distintas enfermedades y hasta se frotaban los juguetes de los niños.
En la Antigua Rusia La miel era de gran importancia en la farmacopea usándose como contraveneno, para tratar llagas, infecciones, heridas profundas, afecciones respiratorias, tos, dolores de estómago, problemas de intestino, desnutrición, raquitismo y anemia. El profundo interés de los rusos por las cualidades terapéuticas de los productos de la colmena ha llegado hasta nuestros días, usaron el propóleo aplicado en bálsamos durante la Segunda Guerra mundial para curar las heridas de los soldados y ya en la segunda mitad del s. XX, han promovido abundantes investigaciones y su empleo en los países bajo su influencia durante la era soviética.
Hoy en día son muchos los países en todos los continentes que se han unido al estudio científico de los productos de la colmena y a su aplicación en algunas de las más importantes enfermedades que aquejan al hombre.
Antiguamente en Egipto se creía que cuando el Dios del Sol Ra lloraba sus lágrimas, provocadas por la maldad de los hombres que él mismo había creado,se transformaban en abejas al tocar el suelo. Los egipcios fueron los primeros en domesticar colonias de abejas, dando así origen a la apicultura hace miles de años.
Descubrieron que, una vez capturado, un enjambre de abejas podía ser fácilmente forzado a instalarse en una especie de tubos cilíndricos de gran tamaño, hechos de barro del Nilo cocido y dispuestos en posición horizontal, unos encima de otros. Los egipcios mantuvieron una doble entrada en esos panales: la frontal para uso de las abejas y la posterior para recolectar la miel de forma más tranquila.
Una vez cosechada la miel era almacenada en platos de cerámica ligeramente hondos y tapados. Se han hallado en tumbas muestras de estos, algunos con granos de polen o trozos de cera, intactos. En la tumba de Tutankhamon se encontró en 1922, en perfectas condiciones, varias vasijas con miel que habían sobrevivido con sus cualidades por 33 siglos.
Notas tomadas de diversas fuentes:
Curso de Apiterapia del Dr. Stefan Stangaciu,
"Honey from flower to table" by Stephanie Rosenbaum
CD rom La medicina por las abejas, tratado de Apiterapia por Apimondia
Propóleo y demás productos de la colmena.
D.Pedro C.
Durante trescientos años, Henoc aprendió todos los secretos (del Cielo y de la Tierra) de los bene Elohím (‘los hijos de los Señores’). De éstos también profetizó Enoc, séptimo desde Adán, diciendo: He aquí, vino el Señor con sus santas decenas de millares, para hacer juicio contra todos, y dejar convictos a todos los impíos de todas sus obras impías que han hecho impíamente, y de todas las cosas duras que los pecadores impíos han hablado contra él.
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sábado, 26 de marzo de 2011
Las Abejas. Historia de la Apiterapia.
Publicado por
Eusebio Baños Gómez
en
17:38
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