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lunes, 22 de noviembre de 2010

Jeremías.


1. El Profeta Etimología y denominaciones
La palabra profeta deriva del griego "profétes", cuyo significado etimológico es el de "hablar en nombre de", "ser portavoz" de otro, y traduce a su vez en la literatura bíblica el término hebreo nabi´.
  • Si se relaciona con una raíz arcaica emparentada con nb (brotar con ruido, agitarse interiormente); el nabi sería el que habla con vehemencia y bajo el influjo de una potencia superior, para anunciar cosas inaccesibles a los mortales.
  • Otros recurren a una raíz nb (hablar), significaría entonces el "hablante" (por la divinidad).
  • Hay una tercera explicación, más sencilla y más plausible; relacionar el nabi con el acádico nabu, que presenta el sentido de "llamar". El nabi sería, pues, el "llamado"(por Dios).
"No nos faltara la ley del sacerdote, ni el consejo del sabio, ni la palabra del profeta"
Jr 18, 18
Este texto de Jeremías engloba las tres instituciones que, junto con la monarquía, son las más importantes del Antiguo Testamento, a la vez que señala la tarea o misión que cada una de ellas desempeñaba. Los sacerdotes estaban adscritos a los santuarios, donde ejercían el ministerio cultural y enseñaban la ley y la tradición. Los sabios se dedicaban al estudio, al consejo y a la instrucción. Los profetas eran los pregoneros de la palabra de Dios. Mientras que el sacerdote (como el Rey) lo era por herencia y el sabio por propia iniciativa y dedicación personal, el profeta lo era por vocación. Lo que mejor define al profeta frente al sacerdote y al sabio es precisamente su carácter carismático, es decir, su condición de elegido y llamado directamente por Dios.

La identidad profética
El abuso de las palabras provoca el deterioro, la devaluación de su sentido y la ambigüedad. Es lo que sucede actualmente con la palabra "profeta", que para una gran mayoría es sinónimo de adivino, futurólogo, visionario y todo un repertorio de personajes esotéricos que pescan en los ríos revueltos de estos tiempos tan escasos de esperanzas y expectativas de futuro. Es verdad que los profetas bíblicos se refieren al futuro, pero también se refieren, mucho más frecuentemente, al presente y al pasado. Para aclarar confusiones y deshacer ambigüedades es preciso recuperar definiciones y perfilar identidades.
Para definir con un mínimo de objetividad a los profetas es preciso recurrir a los relatos de vocación, ya que son el mejor medio de que disponemos para saber como se comprendieron a si mismos y como los vieron sus discípulos y contemporáneos. Aunque no se dispone de los relatos de vocación de todos los profetas, contamos con ejemplos abundantes y suficientemente representativos (Is 6; Jr 1; Ez 1-3; Os 1-3; Am 7,10-17; Jon 1,1-3; 3, 1-4). Estos relatos coinciden en destacar cuatro rasgos principales que nos permiten reconstruir el "perfil del profeta".

Llamados y enviados por Dios
Como se explicaba al principio, no se es profeta por propia iniciativa, por determinadas cualidades o condiciones heredadas. Se es profeta por decisión y elección de Dios. Todos los relatos de vocación coinciden en señalar la iniciativa divina que culmina en la "llamada" concreta a cada uno de los profetas. Estos, a su vez, perciben dicha "llamada", o vocación, en el marco de un encuentro especial con Dios que cambia radicalmente sus vidas, dándoles una nueva orientación. Por eso, a la llamada sigue normalmente la misión que constituye al llamado en un "enviado", es decir, alguien que no actúa ya por cuenta propia, sino por cuenta y en nombre de Dios. Es lo que expresan frases como: "¿A quien enviare? ¿Quién ira por nosotros?" (Is 6,8); "irás a donde yo te envíe, y dirás lo que yo te ordene" (Jr 1,7); "les comunicaras mis palabras, escuchen o no" (Ez 2,7); o los frecuentes estribillos de autoridad: "así dice el Señor", "oráculo del Señor", "palabra del Señor". Todo ello apunta a una misma dirección: el profeta es el "hombre de Dios". Por eso ha de hablar y actuar desde la fe y la experiencia de Dios.
Misión pública
La llamada y el envío convierten al profeta en un personaje público, que nos puede guardar para sí la experiencia de Dios, pues la misión lo sitúa pública y abiertamente ante unos destinatarios a menudo refractarios e incluso hostiles a su misión. Jeremías se sabe constituido profeta "frente a todo el país, frente a los reyes de Judá y a sus príncipes, frente a los sacerdotes y a los terratenientes" (Jr 1,18). Ezequiel es enviado "a los israelitas, a ese pueblo rebelde… a esos hijos obstinados y empedernidos" (Ez 2,3-4). Amós recibe este encargo: "Vete y profetiza a mi pueblo Israel" (Am 7,15). Esta misión pública exige al profeta enfrentarse abiertamente a personas e instituciones poderosas, debiendo superar los propios miedos y las amenazas de quienes pretenden amenazarlos.
Ministerio de la palabra
El profeta es también, y sobre todo, el "hombre de la palabra". Podríamos decir que la palabra es la herramienta más característica del oficio profético. Por eso, Jeremías pretende escapar del encargo divino argumentando con su incapacidad de hablar (Jr 1,6) e Isaías descubre en sus "labios impuros" (Is 6,5) un obstáculo insalvable. Es muy significativo que los tres grandes profetas: Isaías, Jeremías y Ezequiel reciban como "investidura" de su misión un gesto que los habilita para el ministerio de la palabra. De esta manera el profeta ya no hablara por su cuenta, ni dirá sus propias palabras, sino que se convertirá en un atento "oyente de la palabra" (Is 50,4-5) y en un fiel transmisor del designio divino: "Yo pongo mis palabras en tu boca" (Jr 1,9). A través del profeta y su ministerio, la palabra de Dios interviene en la historia y se encarna en ella para juzgarla, reconvertirla y salvarla.
2. Historia del profetismo bíblico
Introducción
Tradicionalmente se creía que el fenómeno profético era un producto propio y peculiar de la religión yavhista. Sin embargo, los recientes hallazgos arqueológicos y literarios han sacado a la luz, aquí y allá, por todo el antiguo Oriente Medio indicios y ejemplos de manifestaciones proféticas más o menos afines al profetismo israelita. Se pueden citar entre otros, los videntes y mensajeros no profesionales de los archivos de Mari, el relato del viaje de Wen Amón a Fenicia, la estela de Zakir, rey de Jamat. El adivino Balaán y los profetas de Baal se mueven asimismo en un contexto similar.
Al lado de los paralelismos y coincidencias estructurales, e incluso literarias, que existen entre los videntes y mensajeros extra bíblicos y los profetas israelitas, se dan a su vez diferencias esenciales. La fe en un Dios único y personal, creador del cosmos y Señor de la historia, junto con la referencia a la alianza como base de las relaciones especiales entre el Señor y su pueblo, colocan al profetismo bíblico en una categoría aparte.
Orígenes del profetismo en Israel
Aunque algunos textos tardíos pretenden remontar a Moisés el origen del profetismo, en realidad el fenómeno profético hace acto de presencia en Israel de la mano de Samuel, coincidiendo con el nacimiento de la monarquía (fines del S. XI a.C.). se podría decir que la monarquía y el profetismo nacen y mueren juntos. Son dos instituciones estrechamente relacionadas entre sí. De hecho, la edad de oro del profetismo coincide con los tres últimos siglos de la monarquía (VIII – VI a.C.), que a su vez corresponden a los llamados profetas clásicos, canónicos o escritores.
De los profetas anteriores al siglo VIII, que constituyen el llamado profetismo preclásico o pre canónico, la Biblia ha conservado algunos relatos sueltos o agrupados en ciclos. El conjunto de datos nos permite diferenciar tres modelos proféticos:
  • Profetas individuales, vinculados a la corte y muy cercanos al rey. Es el caso de Natán, Gad o Miqueas hijo de Yimlá, que solo intervienen en asuntos relacionados con la política y las intrigas cortesanas
  • Grupos o fraternidades de profetas, que aparecen como discípulos en torno a un gran maestro, como Samuel, Elías y Eliseo. Actúan poseídos por el espíritu de Dios y llegan a estados de éxtasis contagiosos, provocados por ritmos musicales, danzas y gesticulaciones.
  • Profetas independientes, que viven entre el pueblo, alejados de la corte, aunque ocasionalmente intervengan ante los reyes. Entre estos podemos citar a Ajías de Siló, un profeta anónimo de Judá, a Elías, y frecuentemente a Eliseo. Este será seguramente el modelo que más influirá en los profetas escritores.
El profetismo clásico
A mediados del s. VIII a.C., entran en escena toda una pléyade de profetas, cuyas predicaciones serán consignadas por escrito en los llamados libros proféticos. A estos se los conoce mejor como profetas clásicos o canónicos. Cronológicamente hablando se pueden agrupar en tres momentos:
  1. Profetas preexílicos:
  1. Periodo asirio (s. VIII):
  2. Amós, Oseas, Isaías 1-39 y Miqueas
  3. Periodo babilónico (ss. VII-VI):
Sofonías, Nahún, Jeremías y Habacuc
  1. Profetas exílicos (586 -538 a.C.):
  2. Ezequiel e Isaías 40-55
  3. Profetas post exílicos (ss. VI-II a.C.):
Ageo, Zacarías 1-8, Isaías 56-66, Abdías, Malaquías, Jonás, Joel,
Zacarías 9-14, Baruc y Daniel
Géneros literarios proféticos
Los libros proféticos contienen las palabras de los profetas y las palabras sobre los profetas. Esta doble clase de material da lugar a dos grandes géneros literarios: oráculos proféticos (las palabras de los profetas) y narraciones proféticas (las palabras sobre los profetas).
Vocación y misión del profeta
Aunque la forma literaria de los profetas parezca estereotipada, dichos relatos se basan en la vida. Por ello contienen habitualmente los siguientes puntos:
  1. Manifestación divina: expresa una experiencia de cercanía vivida como irrupción inesperada, diferente a la vivencia cotidiana de la presencia divina (una experiencia religiosa). Dios entra en la vida del llamado en un momento concreto de su historia.
  2. Palabra introductoria: la formula "la Palabra de Dios se dirigió a", utilizada muy a menudo, indica el carácter personal de la comunicación entre el Señor y el elegido. Su relación no se diluye en la impersonalidad del conjunto, es algo personal y concreto.
  3. Encargo: la misión que el Señor encomienda suele expresarse en imperativo para subrayar el carácter irresistible de la experiencia. La misión de portavoz, de embajador personal, no se le arroga a nadie, pero una vez conferida tampoco se relega con el olvido.
  4. Objeción: en todo relato de vocación aparece una objeción. No es humildad y mucho menos falsa modestia; es señal de libertad en la aceptación del encargo, pero muy a menudo recoge las dificultades reales del llamado. A veces suena como un grito de impotencia y tiene algo que ver con la función mediadora del profeta.
  5. Confirmación: el encargo de Dios supera la debilidad, los impedimentos e incluso las incoherencias del llamado. La misión se confirma, pues no dependía de las cualidades del profeta. Especialmente en este momento es la formula "Yo estoy contigo".
  6. Signo: no se encuentra en todos los relatos de vocación, pero sí en la mayoría. El signo externo que se ofrece no pretende satisfacer la curiosidad personal, ni siquiera proporcionar seguridad al llamado. Supone para él una especia de credencial de que el Señor ha hablado y se ha comunicado con él. El signo confirma la realidad de la experiencia vivida; el relato de vocación le acredita ante los oyentes. El profeta es un hombre indefenso, pertrechado únicamente con la fuerza y la debilidad de la Palabra.
Toda vocación es una vivencia compleja que abraca la vida entera en profundidad, aunque se coloque en el momento inicial. Siempre conviene releerla desde el final, para captar la profundidad humana y espiritual que encierra: entonces se comprenderá que el encargo desinstala, que el mensaje resulta duro de pronunciar, que las objeciones son un eco de crisis y que la promesa de presencia divina se conjuga con una experiencia de silencio divino. La seguridad de la llamada conlleva búsqueda, opción, riesgo y plenitud de sentido y de vida.
Tal vocación consagra al profeta como portavoz de Dios encargado de transmitir la palabra divina, que habla de salvación en la historia.
3. Marco Histórico de Jeremías
Introduccion
El exilio constituyo una de las experiencias más profundas para el pueblo hebreo. A su luz los creyentes tuvieron que reformular su fe: el pueblo que ha puesto su origen en el acto salvador de Dios, que los libro de la esclavitud de Egipto, debe enfrentar desde esa fe la experiencia de la derrota, de la humillación y de una nueva esclavitud. Esta crisis teológica ha dejado una huella cultural indeleble en la fe y, por lo tanto, en la literatura del pueblo israelita.
Jeremías vivió esta experiencia en sus comienzos, cuando todavía no se había asentado la esperanza de las formulas que más tarde acuñaron Ezequiel o el discípulo de Isaías los mensajes creyentes, cuyo rastro reconocemos en los textos proféticos citados, indican que muchos habían sucumbido en su fe; por ello, era necesario alimentar la esperanza. Pues bien, en este momento inicial conviene situar a Jeremías si queremos hacer justicia a su mensaje. Todo mensaje profético guarda relación con la historia; el de Jeremías es incomprensible fuera de ella. La tradición, que ha atribuido a Jeremías la composición de las lamentaciones ha contribuido a distorsionar la imagen de este profeta. Es necesario, por lo tanto, resumir brevemente los hechos más fundamentales de la historia universal y de Judá, para entroncar en sus líneas el mensaje de Jeremías.
Situación internacional
La situación internacional se caracteriza por el cambio de potencia dominadora: el imperio asirio sede el paso al nuevo imperio babilónico. Todo cambio de estas proporciones produce convulsiones ideológicas, políticas y culturales, que influyen en la vida de los contemporáneos. El diferente criterio sobre el poderío o decadencia del imperio de turno ya dividía los habitantes del pequeño reino de Judá.
Asiria
Senaquerib, conocido en el ámbito bíblico por el intento de conquistar Jerusalén, murió el 681 a.C., asesinado por sus hijos. Le sucedió a Asaradón (681 – 669 a.C.), que conquisto Egipto y se preocupo por dominar esa región. Murió al intentar sofocar un elevamiento egipcio. Asurbanipal (669 – 627 a.C.), enfrascado en guerras continuas, logro mantener la situación del imperio. El año 652 a.C., su hermano Shamash-Shum-Ukin se sublevó en Babilonia. Por el norte los Medos comenzaron a hacerse notar. En Siria y Palestina crecía el descontento. Quizás el mismo Manases colaboró en alguna rebelión ya que en las escrituras dice que fue llevado detenido a Babilonia, aunque pronto le permitieron regresar. Ocupado en tantas guerras, el rey Assur tuvo que desistir de luchar contra Egipto, en donde Psammético I fundo la dinastía XXVI (663 a.C.). Desde el año 630 a.C. su dominio desde Egipto fue simplemente nominal. A su muerte, un hijo suyo (Sinsariskun) a quien había dejado al frente de Babilonia se dio al trono al caldeo Nabopolasar y marcho contra un hermano suyo que reinaba en la capital. Sinsariskun se hizo con el poder y reino hasta el 612 a.C.; a el le tocó conocer la caída de Assur (614 a.C.) y la destrucción de Ninive (612 a.C.) por Medos y Caldeos. Tras él, Asurubalit (612 – 609 a.C.), se refugio en Jarán, siendo el ultimo rey de los Asirios.
Babilonia
A pesar de anteriores intento independentistas podemos considerar a Nabopolasar (626 – 605 a.C.) como fundador del imperio
babilónico. Logro expulsar a los asirios (Sinsariskun), y se alió a los Medos. El año décimo de su reinado (616 a.C.) ataco el corazón de Asiria, pero los egipcios vinieron en ayuda de sus antiguos señores y tuvo que desistir. Junto a los Medos destruyo Assur el año 614 a.C. y Ninive el 612 a.C. tras solo tres meses de asedio. En todo este periodo los asirios contaron con la ayuda de Egipto. De hecho el Faraón Necao II, hijo de Psammético, vino en su ayuda el 609 a.C. y lo intento al menos otra vez el 605 a.C.. Este año, por enfermedad, Nabopolasar dejo el mando del ejercito caldeo a su hijo Nabucodonosor, que en Carquemis infringió una severa derrota a los aliados. Desde este momento Babilonia fue la única potencia política y militar de la región. Nabucodonosor no pudo perseguir entonces a los derrotados, porque tuvo que regresar inmediatamente a Babilonia a causa de la muerte de su padre; pero el año 604 a.C. ya estaba de nuevo en la llanura filistea y el año 603 a.C. convoco a todos los reyes de Siria para que le rindieran vasallaje. Era rey de Judá Joaquín. Nabucodonosor es el rey que tuvo mayor influencia en el reino de Judá y quien causo la destrucción de Jerusalén.
Historia de Judá
La historia del reino de Judá fluctuó entre el sometimiento o la independencia respecto a la potencia dominante. Todo dependía de la presión mayor o menor que pudieran ejercer Asiria o Babilonia en este ángulo de su imperio. El juicio bíblico sobre los reyes de Judá suele calificar negativamente a quienes más se sometieron (o tuvieron que someterse); solo los reyes que aprovecharon algunas coyunturas políticas favorables para reformas religiosas y administrativas son alabados.
El largo reinado de manases (698 – 643 a.C.), que gobernó durante 55 años en Jerusalén y coincido con una fuerte presión de los asirios, es uno de los que merecen peores juicios. Políticamente se mantuvo sometido a Asiria: pagó tributo, permitió y practico la religión dominante, de modo que, por esto casi desapareció la religión judía. Le sucedió su hijo Amón (643- 641 a.C.) que siguió la política de su padre, hasta que ciudadanos de tendencia anti-Asiria le asesinaron. Pero o eran pocos o eran muy débiles porque la población mato a los asesinos y pusieron en el trono a su hijo Josías (641 – 609 a.C.).

Este rey llena, personalmente o en sus hijos, el periodo hasta la caída de Jerusalén. De sus primeros años sabemos muy poco, quizás porque era muy joven. El año 18 de su reinado (622 a.C.) encontró el "rollo de la ley", que fue el motor de ciertas reformas culturales. También reconquisto el territorio del norte, hasta lograr restablecer casi integras las fronteras de David. La euforia en Judá era grande. Según la tecnología deuteronómica, la promesa de Dios estaba condicionada al buen comportamiento del hombre. Por lo mismo si todo iba bien, era porque el rey era bueno y el señor estaba con el. En resumen, la admiración que Joasís provocaba entre la gente era muy grande. Un día (año 609 a.C.) intento cortar el paso de unos cuantos pelotones egipcios, guiados por el faraón Necao II, que venían en ayuda de los asirios, refugiados en Jarán. Lo intento en la estratégica fortaleza Mejiddo, pero murió en la batalla. Este hecho provoco en el pueblo una especie de crisis colectiva de fe: o Dios había abandonado a su buen servidor o la reforma que había emprendido no era buena. De hecho el movimiento de reforma se freno de modo definitivo.
Quienes tenían el poder no nombraron rey a su hijo Elyaqin, sino que prefirieron a otro hermano de este, Joacaz (609 a.C.), tal vez por asegurar mejor la línea política mantenida por su padre. Reino tres meses, mientras el faraón anduvo por Siria y Mesopotamia; al volver, le llamó a Ribla, en Siria, y de allí lo llevo a Egipto como rehén. En su lugar, puso en el trono a su hermano mayor con el nombre de Joaquín. En tres meses Judá conoció a tres reyes y solo disfrutó de 20 años de relativa libertad.
Joaquín (609 - 597 a.C.) tuvo que estar sometido varios años al faraón, pagándole un fuerte tributo. La situación contribuyó a hacer de Joaquín un rey frío y despótico, que mereció una cordial antipatía por parte de Jeremías. Le toco vivir la consagración del dominio babilónico en la batalla de Carquemis (605 a.C.). Joaquín ofreció vasallaje a Nabucodonosor en Ribla (603 a.C.). El año 601 a.C. Nabucodonosor sufrió una derrota en Egipto y Joaquín aprovecho la ocasión para revelarse. O Nabucodonosor no le concedió mayor importancia o se entretuvo en otras luchas, por que no apareció hasta diciembre de 598 a.C.. En ese momento murió Joaquín probablemente asesinado por los partidarios de someterse al poder caldeo. No tenia muchos amigos. En caso de que su hijo Yoyaquín, con solo tres meses en el trono, se rindió ante Nabucodonosor y este, tras cambiarle el nombre por Jeconías, se lo llevo a Babilonia, poniéndolo en el trono de Jerusalén a un hijo de Josías, Mattanías, con el nombre de Sedesías. Así tuvo lugar la primera deportación en la que los personajes más notables de Jerusalén acompañaron al rey al destierro. Entre ellos había, probablemente, una conocida familia de la clase sacerdotal que tenia un niño llamado Ezequiel. El que regresaran estos deportados a Babilonia constituía una de las fuentes de esperanza para lo que todavía quedaban en Jerusalén.
Sedecías (597 – 586 a.C.) era hijo de Josías. Fue el ultimo rey de la dinastía de David. Jeremías le trato con cierta benevolencia. Era de carácter débil y fue objeto de presiones por parte de los bandos de la época: de quienes promulgaban la sumisión o la resistencia frente a Babilonia. El año 594 a.C. tuvo lugar en Jerusalén una reunión internacional para organizar la resistencia, pero la ayuda de Egipto era débil, lo que oscurecía el futuro. Sedecías se vio obligado a enviar una embajada a Babilonia para asegurar su lealtad. Jeremías aprovecho la ocasión para enviar una carta a los desterrados. El año 589 a.C., Egipto decide intervenir en así. Sedecías no supo que hacer y consulto a Jeremías repetidas veces, quien le desaconsejo siempre la rebelión. Sedecías no pudo resistir las presiones de la corte y se rebeló. El 5 de enero del 587 a.C. vinieron los caldeos y sitiaron Jerusalén. La noticia de que los egipcios venían en ayuda hizo que se levantara brevemente el cerco y se aliviara la ciudad. Pero el 19 de julio de 586 a.C. los caldeos abrieron brecha en la ciudad. Sedecías escapo, pero lo capturaron junto a Jericó. Lo llevaron a Ribla y allí lo segaron, tras hacerle ver la ejecución de sus hijos. Tal vez fue deportado, pero se desconoce el lugar y el tiempo de su muerte. Un mes más tarde el general Nebuzardán destruyo el templo y el palacio y puso de gobernador a Godo lías.
Con Godolías empieza el epilogo de la historia del reino. Como gobernador puso su sede en Mispá, lugar en donde había sido elegido Saúl. No pertenecía a la dinastía de David, quizás por ello, lo asesino Ismael con la ayuda de los amonitas. Ismael se llevo algunos cautivos hacia el territorio de Amón, entre los que figuraban el profeta Jeremías y su secretario Baruc. Juan, un cabecilla de la región, les dio alcance y los prisioneros se pasaron a su bando, camino de Egipto. así, la historia del reino de Judá narrada en el libro de Jeremías concluye allí donde había comenzado, en Egipto.
En esta época conviene no olvidar un dato histórico que completa el ciclo de deportaciones: el año 582 a.C., Nabucodonosor decide una tercera deportación a Babilonia de 745 judíos, completando así el numero de 4600 exiliados en Babilonia.
4. La persona y la actividad profética de Jeremías
Introducción
Aparentemente, Jeremías es el profeta cuya vida conocemos mejor. Numerosos textos hablan de las vicisitudes por las que atravesó. Además, este profeta no se limito a transmitir la palabra de Dios; también nos lego su palabra, dudas, inquietudes y temores. Su personalidad aparece así como una de las más sugestivas del Antiguo Testamento. Pero lo anterior no significa que podamos reconstruir su vida paso a paso. Basta ordenar cronológicamente los textos datados (o lo que se puede fechar con bastante probabilidad) para advertir numerosas lagunas:
627/626 Vocación (1,4-10)
627-606 Predicación a Israel (3,6-13)
609 Oráculo sobre Joacaz (22,10-12)
609/608 Discurso del templo (7,1-15; c.26)
605 Oráculo contra Egipto (46,2-12)
Discurso sobre la conversión (25,1-11)
Redacción y lectura del volumen (c. 36)
Palabras a Baruc (c. 45)
598 Palabras sobre Jeconías (22,24-30)
Los dos cestos de higo (c. 24)
Carta a los desterrados (c. 29)
Oráculo contra Elam (49,34-39)
594/593 Contra la rebelión (cc. 27-28)
Maldición de Babilonia (51,59-64)
587/586 Durante el asedio (21,1-10;34;37-39)
Preso en el atrio de la guardia (32-33;39,15-18)
586 Después de la caída de Jerusalén (c. 39-40)
Esta panorámica confirma lo dicho. Se poseen numerosos datos sobre la vida de Jeremías, pero no podemos reconstruirla con todo detalle. Algunos momentos aparecen de especial relieve (el año 605, marcado con la victoria de los Babilonias en Carquemis; el 598/597 con el tremendo problema de la primera deportación; el 594/593, con el intento de revelarse contre Babilonia; el año y medio de asedio). Pero entre estos años encontramos lagunas a veces muy largas, sobre todo la que va del 627 al 609, donde solo podemos datar con certeza un breve texto.
Si a los pasajes seguros añadimos los que pueden fecharse con bastante probabilidad, es posible reconstruir bastante de la vida y actividad de Jeremías, aunque ciertos puntos sean hipotéticos, sujetos a critica y modificaciones.
Vida
Jeremías nació hacia el año 650 en Anatot, un pueblito a unos 6 Km. de Jerusalén, perteneciente a la tribu de Benjamín. Este dato es interesante porque Benjamín, unía políticamente a Judá, mantuvo una gran vinculación con las tribus del norte. Así se comprende que Jeremías concediese tanta importancia a las tradiciones de dicha zona: nos habla de Raquel y de Efraín, del santuario de Siló y, sobre todo, concede mucha importancia al éxodo, marcha por el desierto y entrada en la tierra prometida. Por el contrario, las tradiciones típicamente judías (elección divina de Jerusalén y de la dinastía davídica) no adquieren en este profeta especial relieve.
El nombre, de etimología incierta ("Yahvé exalta" o "Yahvé abre" –el útero-), no era raro en su época. Pertenecía a una familia sacerdotal, que, tal vez a causa de la reforma de Josías, se habría tenido que instalar en Jerusalén y a la que se le había asignado un turno de servicio en el templo. A pesar de vivir en la capital, él sigue ligado al campo: se preocupo por la sequía, por la viña, rescato un campo de un tío suyo en Anatot, etc.. La vocación profética ha tenido en todos los profetas repercusiones personales. Amós para ser profeta fue arrancado de su ganado; Isaías dio a sus hijos nombres relacionados con su mensaje; Oseas formulo la historia entre el pueblo y Dios con la ayuda de su propia experiencia matrimonial. La predicación influyo en la vida personal de todos los profetas, al menos en ciertos momentos. Jeremías nunca pudo deslindar su vida personal del mensaje que predico: por la palabra sufrió cárcel, persecución, incomprensión, incluso su misión profética le exigió una vida celibataria. Llego a identificar su llamada al profetismo con su nacimiento. Podemos rastrear su lucha interior con Dios gracias a las llamadas "confesiones" de Jeremías. Normalmente se citan como tales: Jr 11,18-12,6: 15, 10-21: 17,14-18: 18,18-23: 20,7-20. Son textos autobiográficos, sin relación clara con el contexto, que reflejan agudas crisis vocacionales en las que el profeta presenta su queja al señor. En ellas abunda un vocabulario relacionado con el uso de la narración de la vocación. Por otra parte, mantienen un cierto tono jurídico, que confiere fuerza a la protesta, ya que la presencia de Dios había sido prometida en la vocación. Su ausencia aparece como incumplimiento. Tales crisis de vocación se convierten en crisis existenciales.
Actividad profética
En la vida de Jeremías se suelen reconocer cuatro etapas, que marcan su actividad profética. Evidentemente los textos que se le asignan a cada etapa depende de la cronología que se adopte. El punto más debatido es, sin duda, el saber que textos pronuncio Jeremías en tiempo de Josías, ya que este es precisamente el punto en que difieren las distintas cronologías. Independientemente de esta discusión siempre se han interesado los investigadores por conocer el contenido del libro de oráculos jeremíacos quemado por Joaquín (Jr 36). Con todas las salvedades del caso, creemos que el intento de atribuir algunos textos del libro de Jeremías a determinados periodos históricos de su vida puede ayudar al lector a colocar al profeta en su historia. Por ello no pretendemos ser exhaustivos ni mucho menos dejar zanjadas cuestiones debatidas. En verdad, las etapas vienen dadas por la historia de la época y no varían fundamentalmente en los autores; los textos que a cada uno se atribuyen si.
  • Primera actividad: bajo Josías (627 – 622 a.C.)
El año trece de Josías (627 a.C.), es donde sitúa el libro su vocación. A esta primera etapa se atribuyen algunos oráculos que se encuentran en Jr 2-6 (especialmente en 2 – 3) y 30-31 del libro. Son oráculos que originalmente fueron dirigidos al reino de Israel y que posteriormente se adoptaron también para Judá.
En esta época Jeremías predica la necesidad de una conversión interna y amenaza con la indefinida figura del "enemigo del Norte", que solo a partir del año 605 a.C. se podrá identificar con el imperio caldeo.
No hay ninguna alusión directa a la reforma de Josías, a pesar de que en su libro abunda el lenguaje deuteronómico. Es este uno de los mayores enigmas en torno a Jeremías, pues la reforma supuso un acontecimiento de tal magnitud que difícilmente pudo obviar en su predicación. Se supone, por lo tanto, que en el tiempo de la reforma (622 – 609 a.C.) cayó. Su silencio para unos significa apoyo a la reforma; para otros es clara oposición a la misma.
Cuando Joacaz fue llevado a Egipto, Jeremías lo lloró.
  • Segunda actividad: bajo Joaquín (609 – 597 a.C.)
Cuando el año 609 a.C. Joaquín se instaló, por fin, en el trono de su padre, Jeremías reemprendió –al parecer- su actividad. Se aducen tres tipos de razones para explicar el hecho: a) por el desastre final de la reforma o por dificultades económicas sus conciudadanos vuelven al culto a los Dioses paganos; b) otros confían supersticiosamente en el templo; c) Joaquín es un rey injusto por el lujo desmedido al que se entrega y por los duros impuestos a los que somete a la población.
La época de Joaquín es, quizás, la más rica en la predicación de Jeremías, por ser la más crucial. La conversión es todavía posible y aseguraría al pueblo la permanencia en la tierra. El discurso contra el templo marca el comienzo de la persecución cuando los caldeos aparecen como los dueños militares del imperio, Jeremías exige la sumisión a Nabucodonosor: sería señal de aceptación del castigo. La rebelión de Joaquín, tal vez tras la derrota de los babilonios en Egipto (601 a.C.), le sirve de ocasión para hablar contra las alianzas. La oposición de los falsos profetas y la consumación de la rebelión le lleva a considerar el castigo irrevocable.
  • Tercera actividad: bajo Sedecías (597 – 586 a.C.)
Jeremías sigue aconsejando la sumisión de los babilonios como medio de salvar el reino, la ciudad y la tierra. No hay otro camino. En la aceptación del castigo esta la esperanza para el futuro. Los exiliados permanecerán mucho tiempo, pero de ellos vendrá la salvación. Las persecuciones arrecian y su vida peligra.
  • Cuarta actividad: bajo Godolías (586... a.C.)
Destruida la ciudad, la sumisión a Nabucodonosor es el único modo de salvaguardar los campos. Hay que evitar, a toda costa, volver a Egipto. Allí se produce el final del pueblo.
Teología de Jeremías
La base teológica de la predicación de Jeremías hay que ponerla en la teología de la alianza. Todo lo bueno que tiene Israel viene de ella y, por quebrantarla merecerá el castigo. No es extraña la importancia de la alianza en su predicación: Anatot es el lugar que conserva las tradiciones propias del santuario de Siló; en Jeremías han influido necesariamente tradiciones del norte tan importantes como las de Oseas y del Deuteronomio. Como en los demás profetas pre exílicos, el vocablo "alianza" no se repite demasiado en el libro de Jeremías.
La realidad de la alianza se supone también en varias imágenes que sirven para acusar o para provocar la conversión: Israel es la esposa del Señor que, si fue fiel al comienzo, ahora es infiel, rea de traición y prostituta; al comienzo "camino tras" el Señor, pero ahora "camina tras" otros dioses, sin responder al " amor" del Señor. El cumplimiento de las estipulaciones de la alianza hace que Dios "habite" entre ellos y ellos en el país. La lealtad a la alianza exige "conocer" al Señor, "temerle", "obedecer su voz", permanecer "en su presencia"; Israel debe circuncidarse el corazón y observar la Torá; su reflejo en la vida social es esencial y exige verdad, justicia y preocupación por el pobre y el huérfano. Los responsables mayores de la ruptura de la alianza son los jefes religiosos y los profetas.
"En los profetas de Samaría, he observado una inepcia: profetizaban por Baal y hacían errar a mi pueblo Israel. 14Mas en los profetas de Jerusalén he observado una monstruosidad: fornicar y proceder con falsía, dándose la mano con los malhechores, sin volverse cada cual de su malicia. Se me han vuelto todos ellos cual Sodoma, y los habitantes de la ciudad, cual Gomorra"
Jr 23,13-14
Judá debe aprender la lección y convertirse, pero la perversión fue general y el Señor denuncio la alianza, decidiendo el castigo.
El mensaje de salvación
Lo primero que hay que decir es que Jeremías predico salvación. Lo hizo en todos los tiempos y de modos distintos. Salvación predicaba cuando se alegraba de la re unificación de los reinos, especialmente de la vuelta de Israel, cuando exigía conversión a Judá, cuando le invitaba a aceptar el yugo de Nabucodonosor o cuando se refería a los desterrados en Babilonia. Era parte de su misión, expresada con los verbos "edificar y plantar".
Se trata de una salvación paradójica, consecuencia de la obediencia o de la aceptación del castigo. Los falsos profetas, que predicaban "paz" sin paradoja engañaban al pueblo. La restauración tendrá las características de una nueva alianza. Pero esta nueva realidad hay que aceptarla en toda su dureza: si la nueva alianza es indefectible por sus instrumentos de ratificación y por el doble juramento divino, también significa que la Sinaí ha fracasado y ya no vale.
Vocación de Jeremías
La vocación de Jeremías responde perfectamente a los relatos de vocación profética antes enumerados.
La narración de vocación del libro de Jeremías comprende la llamada propiamente dicha (Jr 1,4-10), dos visiones (Jr 1,11-12,13-16) y una exhortación complementaria para llevar adelante su misión. Es posible que todas estas secciones tengan orígenes literarios independientes, pero el conjunto ofrece una visión completa de su vocación.
La vocación de Jeremías se caracteriza por el protagonismo de la palabra. Frente a otras vocaciones que van acompañadas de la majestuosidad de una visión, como la de Isaías o la de Ezequiel, la de Jeremías sucede en la palabra y en forma de dialogo. La palabra lo elige, lo consagra y lo nombra; precede al nacimiento y a la historia. La misma palabra le confirma su vocación y le promete la asistencia divina: "Yo estaré contigo". La objeción que pone Jeremías es su dificultad con la palabra: "es joven y no sabe hablar".
A pesar de su desamparo, a palabra contiene exigencias de totalidad: abarca la vida entera del profeta, se extiende a todos los pueblos, comprende todos los aspectos de la historia, tanto los amenazantes como los esperanzadores. Desde la eternidad Jeremías era conocido del Señor. Había contado con él en sus planes: desde antes de nacer estaba consagrado al Señor, desde siempre estuvo constituido como profeta de las naciones.
"Antes de haberte formado yo en el seno materno, te conocía, y antes que nacieses, te tenía consagrado: yo profeta de las naciones te constituí"
Jr 1,16
Ser profeta no era un oficio añadido, sino parte de su existencia. Por eso, cuando quiere olvidar el encargo, no puede y sufre
su crisis existencial más aguda.
La consagración de los labios es similar a la de Isaías, pero no se debe a motivos de impureza. Las dificultades de un profeta en materia de lenguaje no tocan su relación con Dios, sino el punto central de su misión. Pero el cumplimiento de la misma no depende de sus cualidades; no ha sido elegido por ellas. La tarea profética depende de Dios: el pone la palabra, señala el auditorio, concede la fuerza necesaria. En la vocación de Jeremías se subraya la iniciativa divina. El toque en los labios transforma los pensamientos humanos en mensaje divino; el portavoz queda constituido. La confirmación cierra el dialogo. Toma en serio la objeción del profeta y lo prepara para dificultades futuras; no debe sentir miedo cuando estas lleguen. También vuelve a colocar las cosas en su sitio, reforzando la iniciativa divina y reiterando sus planes. Su nombramiento como profeta de las naciones y más en concreto a la relación de su mensaje con la nación babilónica.
5. El libro de Jeremías
Problemas
Es uno de los libros proféticos más complejos y ricos:
  1. por la variedad de géneros: oráculos contra Judá, narraciones de Jeremías, narraciones sobre Jeremías, "confesiones", carta, oráculos contra las naciones, acciones simbólicas, narraciones históricas...
  2. por el desorden cronológico en el que se presentan los textos.
División
Tal y como lo conocemos hoy, el libro de Jeremías se suele dividir generalmente en las siguientes secciones, aunque con títulos variados para cada una de ellas:
  1. Jr 1-24: Juicio contra Israel y Judá
  2. Esta sección se subdivide a su vez en Jr 1-6: redacción compacta y homogéneas de oráculos; Jr 7-24: complejo textual menos compacto, donde se mezclan los oráculos con otros géneros y que comienza con un discurso (Jr 7). Algunos autores prefieren subrayar la inclusión entre Jr 1 y 20 (vocación de Jeremías) y la unidad de Jr 11-20, centrada en el compromiso personal del profeta en su predicación; en ella están las "confesiones".
    Jeremías no es siempre el sujeto de los sucesos narrados; en ellos se esta jugando el destino de la palabra de Dios y de su profeta. A este respecto conviene notar que Jr 36 y 45 sirven de marco y encuadran lo que se ha llamado "pasión de Jeremías" (Jr 37-44) o "últimos días de Jerusalén". Antes de este bloque se narran los peligros del profeta y la discusión con los profetas falsos (Jr 26-29), el libro de la consolación (Jr 30-33) y dos capítulos en los que se narra el primer ataque de Nabucodonosor a Jerusalén (Jr 34) y se contraponen a los desobedientes judíos con los obedientes recabitas (Jr 35). También esta sección comienza con un discurso de Jeremías (Jr 25).
  3. Jr 25-45: Palabra e Historia Constituyen la ultima parte del libro y su introducción en la escena de la"copa de las naciones" (Jr 25,15). Algunos de los oráculos contienen dataciones redaccionales (Jr 46,2; 47,1; 49,34)
  4. Jr 46-51: Oráculos contra las naciones
  5. Jr 52: Apéndice histórico
Repetición de 2 Re 24,18-2530 y en parte de Jr 39. Conviene notar que el texto hebreo de Jr 51,64 dice literalmente "se fatigaron. Hasta aquí las palabras de Jeremías"; parece una glosa de Jr 51,58 (la fatiga de las naciones) donde terminaba el libro.
Fuentes
La discusión sobre la formación del libro de Jeremías ha estado presidida por la obra de S. Mowinckel. Desde la cárcel y, por lo tanto, con la única ayuda de una Biblia hebrea revolucionó los estudios sobre este libro profético, estableciendo cuatro fuentes independientes en su formación, a las que denomino con letras:
  1. La fuente A es el origen de los textos poéticos, oráculos o discursos, auténticos del profeta. Principalmente se encuentra en Jr 1-6 y en Jr 25.
  2. Los textos en prosa, que hablan de Jeremías en tercera persona los atribuyo a la fuente B. Se suele citar el nombre de Baruc como autor de estos textos, expresando así la convicción de que pertenecen a una escuela de discípulos de Jeremías. Sus textos se encuentran fundamentalmente en Jr 26-45
  3. La fuente C habría originado los textos en prosa caracterizados por el lenguaje deuteronomista y en los que Jeremías habla en primera persona. Se trata preferentemente de discursos y se encuentran un poco por todo el libro, a partir de Jr 7.
  4. La fuente D estaría constituida por los oráculos contra las naciones (Jr 46-51) Y Jr 52. los primeros serian auténticos en su núcleo, pero habrían sufrido una fuerte reelaboración.
Siempre se ha discutido la extensión exacta de un texto concreto y su pertenencia a una fuente u otra. Fundamentalmente los estudios se han centrado en:
  1. Delimitar la extensión de los oráculos auténticos (fuente A) o, lo que es lo mismo, la extensión del "rollo primitivo"
  2. Establecer la relación entre los autores de la fuente B y C
  3. Fijar la autenticidad de algunos textos C, o estudiar la relación entre los textos C y A.

Gracias Damián D.

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