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jueves, 21 de octubre de 2010

Bernardo de Claraval. Doctrina.


 Bernardo y su doctrina
Sus fuentes fueron fundamentalmente las Sagradas Escrituras y también las fuentes de la tradición cristiana. Ambas fueron siempre sus grandes argumentos.
Bernardo creía en la revelación verbal del texto bíblico. Esta creencia, considerada hoy errónea por la teología católica, la heredó de Orígenes, su maestro en Exégesis. Así, en cada palabra de la Biblia buscaba interpretaciones y sentidos desconocidos y ocultos. Cuando no comprendía unas frases o un sentido del texto, se humillaba y pedía a Dios que le iluminara, pues entendía que si Dios había puesto esa palabra o esa frase y no otra, lo hacía por una razón concreta. Esta fe en la revelación verbal le originó importantes periodos místicos que quedaron recogidos en sus escritos. Su búsqueda de la interpretación del texto sagrado, sin limitarse al sentido pretendido por el escritor sagrado para obtener de él la justificación de sus experiencias personales, profundiza en la reflexión y en la contemplación de la misma forma que la Iglesia primitiva y siguiendo la tradición mística de los padres griegos de la Escuela de Alejandría.

Resulta esclarecedor lo que pensaban de él los dos principales artífices de la Reforma Protestante. Martín Lutero dijo que “Bernardo supera a todos los demás Doctores de la Iglesia”, y Juan Calvino lo alabó: “El abad Bernardo habla el lenguaje de la misma verdad”.

Los libros de la Biblia que más citó y por lo tanto con los que más se identificaba son: el libro de los Salmos: 1519 veces; las Cartas de Pablo: 1388 veces; el Evangelio de Mateo: 614 veces; el Evangelio de Juan: 469 veces; el Evangelio según san Lucas: 465 veces; el Libro de Isaías: 358 veces y el Cantar de los Cantares: 241 veces.

La segunda fuente para él era la Tradición. En su tiempo había dos escuelas teológicas contrarias: la escuela antigua o tradicional, de la que él era el principal exponente, y la escuela moderna, patrocinada por Abelardo y basada en especulaciones y en la crítica filosófica de las ideas. Bernardo consideraba estéril la filosofía, pues argumentaba que en nada sirve al hombre para alcanzar su fin último. Despreciaba a Platón y Aristóteles.

En cierta ocasión dijo: “Mis maestros son los apóstoles; ellos no me han enseñado a leer a Platón ni a ejercitarme en las disquisiciones de Aristóteles”. Sin embargo Bernardo tenía una concepción neoplatónica del alma humana, que consideraba estaba creada a imagen y semejanza de Dios y destinada a una unión perfecta con Él. Los Padres de la Iglesia que más seguía eran los que entonces se consideraban los maestros más autorizados de la Iglesia: se declaró fiel discípulo de San Ambrosio y de San Agustín de Hipona, los llamó las dos columnas de la Iglesia y escribió que difícilmente se apartaría de su parecer (Tratado sobre el bautismo).

Cuatro de sus obras tienen similitudes con otras de la literatura patrística:

·       Los sermones sobre el Cantar de los cantares. En el Concilio de Sens, Berenguer de Escocia le recriminó  haber copiado descaradamente a Orígenes, Ambrosio, Rexio de Autun y Beda el Venerable.
·       Los 17 sermones sobre el salmo 90 están copiados de la doctrina de San Agustín.
·       Las 4 homilías de alabanzas de la Virgen María tienen plagios de Ambrosio y de San Agustín
·       Su escrito Sobre la gracia y el libre albedrío es un resumen de la doctrina de San Agustín.

Misticismo: Bernardo de Claraval fue el primero que formuló los principios básicos de la mística, contribuyendo a configurarla como cuerpo espiritual de la Iglesia católica.
Su devoción a la humanidad de Jesús se trató de una innovación basada en el Cristo de los Padres y de San Pablo. Su forma de relacionarse con Cristo llevó a nuevas formas de espiritualidad basadas en la imitación de Cristo.

Su teología mística tuvo como fin principal mostrar el camino de la unión espiritual con Dios. Su doctrina de búsqueda de unión a Dios se inspiró en el estudio de las escrituras y de los Padres de la Iglesia, así como en su propia experiencia religiosa. El esquema de la mística bernardiana propone ascender desde lo más profundo del pecado original hasta lo más elevado del amor, la unión mística con Dios. En este ascenso enumeró cuatro grados de amor, descritos en su tratado Del amor de Dios:
 
En primer lugar, pues, se ama el hombre a sí por sí mismo, pues es carne, y no puede gustar nada fuera de sí. Mas cuando ve que no puede subsistir por sí, comienza a buscar a Dios por la fe y a amarle, como que le es tan necesario. Ama, pues, en el segundo grado a Dios, pero por sí, no por Él mismo. 

Ya después que comenzó, con ocasión de la propia necesidad, a reverenciarle y frecuentarle, meditando, orando, obedeciéndole, poco a poco en virtud de este género de familiaridad, se da a conocer Dios y consiguientemente se hace también más dulce, y así pasa al grado tercero, para amar a Dios no ya por sí, sino por Él mismo En este grado se está mucho tiempo y desde entonces, juntándose a Él, será con Él un espíritu. Cuando se entra en estas grandezas espirituales y divinas habría de ser despejado de todas las enfermedades de la carne.
                                                                                                                              Del amor de Dios.

Devoción mariana: En el occidente cristiano y a partir de finales del siglo XI, se desarrolló masivamente el culto popular a la Virgen María. Bernardo tuvo un papel importante en la propagación de ese culto mariano. Su teología sobre María fue rápidamente aceptada por los fieles y sus sermones se difundieron por toda la cristiandad.

La figura de María no se entendía como hoy. Así el abad mostró sus dudas sobre la Inmaculada Concepción: Con toda certeza, sólo la gracia hizo limpia a María del contagio original. La fiesta de la Inmaculada Concepción es una fiesta que desconocen los ritos de la Iglesia, ni recomienda la tradición antigua.
Inclusivo no se puede afirmar que patrocinara la Asunción de María, lo cual coincidía con la corriente antiasuncionista que por aquel entonces predominaba. La influencia del pensamiento de Bernardo de Claraval sobre misticismo y devoción mariana en las órdenes religiosas europeas fue muy importante.

Los escritos de Bernardo
Sus escritos no son numerosos, ocupan solo los tomos 182 y 183 de la Patrología latina de Migne(compilación de los escritos de los Padres de la Iglesia y de otros escritores eclesiásticos publicados entre 1844 y 1865). Esta cifra es pequeña comparada con otros Padres de la Iglesia. Sus numerosas actividades no le permitieron un trabajo extenso. Por lo general, son obras de ocasión, rápidas, solicitadas por terceros. Muestran al hombre de acción, al renovador del Císter, a un reformador de la sociedad laica y religiosa y defensor del papado. También reflejan la seguridad de la personalidad religiosa más influyente del siglo XII, como San Agustín en el siglo V o Santo Tomás en el siglo XIII. Dejó una producción de unas 500 cartas, del orden de 350 sermones y varios tratados doctrinales.

Sus escritos más conocidos son los sermones (el sermón en los monasterios de la Edad Media tenía mucha influencia en la formación religiosa e intelectual del monje). Después los tratados, breves pero de enorme valor espiritual para la Iglesia católica, desarrollando una doctrina precisa y coherente. Empleó un elegante latín y fue de los escritores más notables de su época, junto a Abelardo y Gilberto de la Porée.

Los últimos años del Abad Bernardo de Claraval
Los últimos años de la vida de Bernardo se vieron entristecidos por el fracaso de la Cruzada que había predicado, cuya completa responsabilidad recayó sobre él. Bernardo había acreditado la empresa con milagros, pero según él mismo dijo, la empresa había fracasado debido a la falta de disciplina y presunción de las tropas alemanas, las intrigas del príncipe de Antioquía y de la reina Leonor, la avaricia y evidente traición de los nobles cristianos de Siria al impedir la toma de Damasco y, finalmente, los infortunios y las desgracias ocasionadas por los pecados de los cruzados y de los hebreos (Libro de Meditación, dirigido al Papa Eugenio III).

La muerte de sus contemporáneos sirvió de aviso a Bernardo de su próximo fin. El primero en morir fue Suger en1152, sobre quien el Abad escribió a Eugenio III: Si hay algún vaso precioso adornando el palacio del Rey de Reyes, es el alma del venerable Suger. Thibaud, Conde de Champagne; Conrado, emperador de Alemania, y su hijo Enrique, murieron ese mismo año. Desde el comienzo del año 1153, Bernardo sintió aproximarse su muerte. El fallecimiento del Papa Eugenio le dio el golpe fatal al apartarle del que consideraba su mejor amigo y consolador.

Fruto aún de las severas restricciones monásticas que él mismo se había autoimpuesto al principio de su vida monacal, en 1153 Bernardo sufrió una grave enfermedad estomacal y digestiva y por ello no podía retener la comida y las piernas se le hinchaban. Ello le ocasionó una gran debilidad y, finalmente falleció el 20 de agosto del 1153 a la edad de 63 años, de los cuales 40 habían transcurrido dentro de la vida monacal.

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