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miércoles, 23 de octubre de 2013

Shabat. Lavándose las Manos para el Pan.

Una guía paso a paso de cómo lavarse las manos antes de comer pan y del simbolismo que esto conlleva.
Las velas están ardiendo, Shalom Alejem y Eshet Jail ya han sido cantadas, y el kidush ha sido recitado para quienes están reunidos alrededor de la hermosa mesa de Shabat.
Para resumir, me lavé de nuevo y fingí decir la bendición, levanté la jalá, dije hamotzí en el micrófono con la mayor concentración que pude, la corté y comí un trozo.Es tiempo de empezar la cena. Pero primero, el anfitrión nos invita a la cocina para lavarnos las manos en preparación para comer la jalá.
No, no es por limpieza, sino un paso importante que nos conducirá a hamotzí, la bendición sobre el pan.
Antes de explicar esta simple acción, necesitamos entender algunos simbolismos judíos:

Agua – simboliza Torá; sabiduría. El agua es la esencia de la vida física, ya que sin ella moriríamos, mientras que la sabiduría es la esencia de la vida espiritual, la base del crecimiento y de la auto realización.
Manos – símbolo de nuestra interacción con el mundo físico.
Pan (jalá) – símbolo del sustento físico; el pan de cada día.
Tomamos el agua y la vertemos sobre cada mano; esto se refiere al entendimiento de que todas mis interacciones con el mundo físico – escribir, tocar, trabajar – deben ser hechas de un modo sabio y significativo.
Y es el recordatorio de que esta noche nuestra mesa es sagrada, como un altar. Así como, hace ya tanto tiempo, los cohanim en el Templo se preparaban lavándose las manos, nosotros también lo hacemos antes de nuestra comida. Produce un placer único el poder realizar un acto tan simple que sin embargo representa algo tan significativo.

Guía paso a paso

1. Antes de lavarte, asegúrate de que las jalot, el cuchillo para cortarlas, el cobertor y la sal estén en la mesa.
2. Hay que colocar en la cocina toallas de manos para que nuestros invitados se sequen después del lavado.
3. Puedes utilizar tanto una jarra especial para el lavado (grande, con dos asas) como un vaso regular sin asas, que no tenga fisuras ni forma de pico en el borde superior, y que tenga al menos 150 ml de capacidad.
4. Quita todos los anillos de tus dedos. Sostén la jarra en tu mano derecha mientras la llenas con agua del grifo.
5. Pasa la jarra a tu mano izquierda y vierte casi la mitad del agua sobre la mano derecha, empapando ambos lados de la mano y desde la muñeca hacia abajo. El agua debe cubrir toda el área de la mano.
6. Ahora pasa la jarra a la mano derecha y repite en el lado izquierdo (rellena la jarra si es necesario).
7. Después de que las manos han sido lavadas, deben ser mantenidas en alto para que el agua escurra hacia la muñeca y no hacia los dedos. En este momento se recita la bendición:

Bendición para el Lavado de Manos


8. Se secan las manos y volvemos a la mesa, cuidando de no hablar hasta que la bendición de hamotzí sea recitada y el pan sea ingerido.

Preguntas y Respuestas

¿Por qué vertimos agua primero en la mano derecha?
De acuerdo a la tradición judía, la derecha simboliza jesed (bondad), un rasgo que siempre queremos enfatizar. Este principio se repite en muchas otras áreas, incluyendo la costumbre de los novios de salir de la jupá con su pie derecho. Y también es por esto que primero levantamos la jarra con nuestra mano derecha, y recién después la pasamos a la izquierda.
¿Por qué levantamos nuestras manos después de lavarlas, dejando que el agua escurra hacia nuestras muñecas?
La bendición por el lavado dice, “netilat iadaim”, que literalmente significa, “elevación de las manos”. En un nivel técnico, esto es paralelo al lavado hecho en Templo Sagrado. En un nivel conceptual, estamos elevando nuestras manos espiritualmente.

Reflexiones

Me gusta lavarme las manos antes de la bendición de hamotzí. Me hace frenar y darme cuenta de que hay santidad en la comida. Nos diferencia de los animales y me recuerda que fui creada con un alma. Deja en claro que es algo especial.
Los alimentos son un regalo, no un derecho. Y ese regalo viene de Dios, un Dios que está manteniendo todo en funcionamiento.
Para mí, las preparaciones y peculiaridades del lavado y hamotzí tienen sentido, porque el pan no es una manzana. Es el resultado de un proceso largo y complejo, que sólo puede provenir del hombre civilizado. Declara firmemente que el hombre tiene que estar involucrado en su propia existencia, y aún así el pan es la culminación; porque cuando Dios es el socio en todo esto, es como tomar la creación y hacerla aún mejor.
* * *
Siempre recuerdo que en todas las bodas a las que asistí de niña decían algo mientras sostenían una gran jalá trenzada. Pero yo no relacionaba la bendición del altoparlante con los pequeños cubos de pan que repartían.
Cuando estaba viajando por Israel, pasé un Shabat con una familia en la Ciudad Vieja de Jerusalem. Me explicaron lo que iban a hacer con el lavado de manos, el no hablar y todo lo demás. No dudé en hacer lo mismo y participar. Parecía una cosa cultural y divertida, y fue hecha de forma muy agradable.
* * *
Recuerdo una de mis primeras experiencias de Shabat como si fuera ayer. Estaba en la casa del rabino, un viernes a la noche, y después del kidush fue anunciado que era el “momento de lavarse”.
Luego escuché un tintinear. Eran las mujeres sacándose los anillos y poniéndolos sobre sus platos. Recuerdo sentirme muy avergonzada pensando en que no estaba usando anillos para esta ceremonia, por lo que no podía participar de ella.
Recién después de tres o cuatro Shabatot me di cuenta de que sólo te sacas los anillos para lavarte si estás usando alguno. Vive y aprende.
* * *
Me gusta Shabat. Me gusta la comida. Me gusta la compañía. Me gusta todo. ¡Pero pareciera que no puedo dejar de hablar entre el lavado de manos y la jalá!
* * *
Estaba en el almuerzo de una comunidad judía cuando de repente uno de los organizadores vino a mi mesa y me preguntó si podía darme el honor de hacer la bendición de hamotzí para todos los presentes.
Si bien no soy rabino, era uno de los pocos judíos que tenían kipá, por lo que acepté la invitación y esperé que anunciaran hamotzí y me presentasen.
De repente se cruzó un horrible pensamiento por mi mente: Sólo podía decir hamotzí si me había lavado las manos, y allí no había ningún lavabo a la vista.
Repasé todas las opciones en un instante: rechazar cortésmente el honor… fingir sentirme enfermo en el último momento y huir del salón… o tratar desesperadamente de encontrar un lavatorio donde poder lavarme.
Aunque no era lo ideal, me decidí por la última opción, pero antes de que pudiera parame para echar una mirada, escuché desde el micrófono: “…quien nos honrará con hamotzí”.
Pánico. En un segundo, que pareció ser una eternidad, tuve un momento de claridad y actué intuitivamente. Con un hábil movimiento, tomé mi vaso de agua con hielo, lo puse debajo de la mesa, arrojé agua sobre mis manos (dejando charcos de hielo en el piso) y fui dando largos pasos hacia la mesa principal, recitando la bendición “al netilat iadáim” en voz baja.
Ahora no podía hablar, por lo que asentí ceremoniosamente al invitado de honor y a su comitiva, y tomé la voluminosa jalá trenzada que estaba frente a mí. Antes de que pudiera decir hamotzí, alguien me tocó el hombro. Era un mozo, que acababa de traer una bandeja con un gran recipiente y una jarra llena de… agua.
Habían tenido en cuenta que iba a lavarme las manos desde el principio. Y ahora estaba en un gran problema, porque no sabía qué hacer, ¿lavarme de nuevo? ¿Rechazarla?

Después volví a mi asiento… poniendo mis pies en los charcos.

Gracias a  “Friday Night and Beyond”



E.B.G. Jacob Uriel Escalera  M.:.M.:. 
A.·. L.·. MMXIII
  Shalom aleijem 

martes, 8 de octubre de 2013

El judaísmo liberal, muerte y duelo

“La vida del hombre es como la hierba: florece como una flor del campo. Cuando sopla el viento, se la lleva, y ya no queda ni rastro de ella”. Todas las religiones tienen su propia idea sobre la muerte de los humanos. Para algunas, se trata de la mayor preocupación de su exploración espiritual; en cambio, otras, como el judaísmo, le dedican poco tiempo. La razón para esto es que, después de haber estudiado con detenimiento la vasta estructura de la ley y el pensamiento judíos, encontramos que hay una fuerte creencia de que este mundo, esta vida, esta existencia tangible, es a lo que debemos dedicar todas nuestras energías; la otra vida, con todas sus incertidumbres, no está para tantas especulaciones. Con esta actitud tan firmemente anclada, la ley judía piensa mucho en quienes han perdido a un ser querido y están de luto, mientras que la persona que ha muerto recibe, de algún modo, un poco menos de atención.

Los que están a punto de fallecer

El judaísmo tradicional considera que la persona que está muriendo no debe recibir ayuda de ninguna manera para que el proceso natural de la muerte se acelere, bien sea mediante la eutanasia o con medicación analgésica que acorte la vida. Esto se utilizaba, y a veces se utiliza todavía, como razón para no decirle a una persona que se está muriendo. Se piensa que si se le informa, la persona perderá esperanza y por ende, las ganas de vivir, lo que aceleraría la muerte. Hay varias razones para decirlo o no. Pero, si alguien afirma de manera clara que quiere saberlo, y la familia lo sabe, no hay justificación posible para que esa persona no viva sus últimos días en un ambiente de honestidad, con dignidad y paz. Las personas que están a punto de morir deben aceptar su fin lo mejor posible. Esto incluye hacer confesiones, si se desea, a la familia o amigos.

Maneras de vivir el duelo

Cuando ha muerto un ser querido, lo que cada uno requiere varía considerablemente. Lo mismo ocurre con respecto a cuán tradicional cada uno desea ser. Por este motivo, en el judaísmo liberal se le suele permitir a la familia que decida cómo desea llevar a cabo el funeral y el luto siguiente. Los rabinos o los dirigentes de las congregaciones darán orientación cuando se requiera, y explicarán lo que se debe hacer en cada momento, pero nadie en el judaísmo liberal, tendrá que realizar o participar en un ritual que no quiera. La práctica dominante en el judaísmo liberal es permitir a la familia e individuos decidir si prefieren entierro o cremación, sin ningún tipo de presión. La gente escoge ambos en porcentajes bastante parecidos.

Los judíos ortodoxos no permiten la cremación, por varios motivos. Por ejemplo, uno de ellos es que la cremación se considera un rito pagano que no respeta el cuerpo humano. Además, se pensaba que la cremación destruía el cóccix, el hueso en la base de la columna vertebral del cual según la tradición judía surgiría la resurrección. El judaísmo liberal no cree en la resurrección física y considera el cuerpo como una nave que no puede ser inmortal por sí misma. Además, por motivos ecológicos excelentes, muchos judíos consideran que la cremación es mejor que el entierro, ya que no se desperdicia tierra. Algunos pocos judíos liberales donan sus cuerpos para investigación científica con el fin de que no quede nada que desechar. El judaísmo liberal promueve la donación de órganos cuando sea apropiado, contrario al judaísmo ortodoxo que sólo permite la donación de córnea y no insiste en el habitual funeral rápido.

Después del funeral

Después que el familiar ha sido enterrado o cremado, algunos judíos liberales observan la shiv’á, siete días de luto en los cuales se hacen rezos en la casa cada noche. En las noches de shiv’á vienen a la casa familiares y amigos para dar el pésame y, en muchas ocasiones, traer comida. Otras familias prefieren sólo hacer una noche de rezos en casa. En ambos casos, se sirven refrescos cuando se han acabado los rezos. De esta manera, los familiares y amigos se quedan un rato en la casa dando apoyo a la familia, aunque ese apoyo sólo se exprese mediante el ofrecimiento de comida, más que con palabras. A muchas personas les resulta difícil encontrar las palabras adecuadas en estos momentos; sin embargo, ofrecen toda su ayuda. Algunas familias prefieren ni siquiera tener una noche de rezos, pero esto es cada vez menos común, ya que hay evidencia clara de que el procedimiento del duelo judío aporta beneficios psicológicos. Después de la shiv’á hay un periodo de duelo menos intenso y que dura 30 días después del funeral, llamado Sh’loshim. Claro está, no todos los judíos liberales lo celebran. Posteriormente, le siguen once meses después del funeral de duelo menos intenso hasta que llega el momento de la matzevá, cuando se pone la lápida funeraria sobre la tumba, once meses o un año después de la muerte.

Aunque no todos los judíos liberales observan todas estas etapas tradicionales del duelo judío, hay evidencia de que éstas son muy similares a las etapas de duelo experimentadas por la mayoría de la gente. Nadie afirma que al final del año el duelo y la pena por la pérdida del ser querido hayan terminado, pero la matzevá sirve como una especie de marcador en el cual se declara que la vida debe continuar y que hay que seguir mirando hacia delante.

Apoyo de la comunidad

Durante todas estas etapas, la comunidad juega un papel importante en el apoyo a las familias, siempre que le sea posible. Este apoyo incluye el funeral mismo y las semanas y meses de duelo posteriores, ya que todos estos ritos son sólo un comienzo que aporta la base de la estructura para la expresión del luto.

Costumbres y tradiciones

Con todas estas costumbres también hay leyes y tradiciones, y también supersticiones. El judaísmo liberal no apoya algunas de ellas. Por ejemplo, la prohibición a todos los Kohanim (miembros de la clase sacerdotal) de ir al funeral o al cementerio debido a que la tumba es considerada un sitio sumamente impuro. El judaísmo liberal considera incorrecto privarle a alguien el derecho al duelo. De igual manera, la costumbre anglo-judía de no permitir a las mujeres ir a funerales también queda descartada, ya que ellas tienen tanto derecho al duelo como los hombres. El judaísmo liberal tampoco promueve la keri’á, rasgarse las vestiduras, algo muy practicado en la ortodoxia judía, aunque ocurre ocasionalmente dentro del liberalismo. También hay supersticiones, como cubrir los espejos o vaciar las jarras de agua, que no hacen daño a nadie, pero que probablemente se originan en el folklore popular más que en el judaísmo. De todas formas, es la familia que está de luto la que decide y deja claro que lo desea hacer.

La vida después de la muerte

Después de un fallecimiento y en las semanas y meses de duelo posteriores, a menudo surgen interrogantes sobre la vida después de la muerte. La actitud del judaísmo con respecto a la muerte y la inmortalidad ha cambiado considerablemente a través de los siglos. En la época de la Biblia, por ejemplo, hay poca evidencia de que se creyera en la vida después de la muerte. Se hablaba de Sheol, un lugar distante e indeterminado. Los fariseos, en cambio, y probablemente bajo influencia griega o persa, introdujeron una creencia más definitiva en “la vida en el mundo que viene”, que sería alcanzada por los justos inmediatamente después de la muerte, gracias a la inmortalidad del alma, o al final de los tiempos, mediante la resurrección del cuerpo. Luego, llegaría el Mesías y los cuerpos de los justos se levantarían, mientras que los perversos no participarían de esta recompensa eterna. Otras teorías incluían otro mundo venidero al cual los justos irían después de la muerte. Este mundo no quedaba bien definido, pero se decía que era placentero y que en él no habría ni pobreza ni hambre. Era la respuesta a la eterna pregunta, recurrente en cada generación, de por qué los perversos prosperaban y los justos no. En la era rabínica, la respuesta más usada era que esta vida no es el final y que todo se resolvería en el mundo venidero, donde se haría justicia.

El judaísmo liberal no se considera muy convencido por ninguna de estas teorías, y grosso modo tiende a rechazar la idea de un Mesías hecho persona, en cuya llegada se levantarían los justos y vivirían en gloria eterna. De manera general, se ha rechazado la resurrección física por considerarse ésta irrazonable. Esto ha llevado a reescribir el segundo párrafo de la Amidá: en vez del tradicional “mejayé ha-metim (quien trae los muertos a la vida), tenemos “mejayé ha-kol” (que das vida a todos), algo muy diferente. Ahora bien, la inmortalidad del alma es otra cuestión en sí, y los judíos liberales hemos tendido a aceptar este principio, aunque las definiciones pueden variar de manera considerable. El pensamiento más generalizado es que el alma existe antes del nacimiento del individuo, y nunca muere, razón por la cual leemos en la Amidá: “note’á betojeinu jayé olam” (quien ha implantado en nosotros la vida eterna). Sin embargo, para algunos judíos liberales, la inmortalidad es menos un elemento distintivo del ser humano sino más bien la manera en la que cada individuo será recordado después de su muerte. En otras palabras, la verdadera inmortalidad consiste en nunca ser olvidado por las generaciones siguientes.

Énfasis en la vida

Después del fallecimiento de una persona, el énfasis cambia y se centra en los vivos, sus necesidades, aspiraciones y comodidad. Cuando los familiares en duelo recitan el Kadish, el rezo del duelo por la muerte de un ser querido, afirman la majestad de D-s y Su supremacía. Con esto se hace hincapié en el hecho de que D-s está siempre presente, en todos los tiempos, en la alegría y en la tristeza, en la vida y en la muerte. Pero, también se hace hincapié en que la vida debe continuar, y en que los vivos deben proseguir con el trabajo comenzado por la persona que ha muerto y que se vio obligado a abandonar, y es el de construir el reino de D-s en la Tierra.

(1) Traducido de Liberal Judaism (www.liberaljudaism.org)



E.B.G. Jacob Uriel Escalera  M.:.M.:. 
A.·. L.·. MMXIII
  Shalom aleijem